DOS RUSOS Y UNA TRUPE DE ARMENIOS Y UN RADIOTELESCOPIO ( 04/10/2022)

Después de un año viviendo en La Española, hemos aprendido a no disgustarnos demasiado si tenemos alguna avería, pero claro, todo depende del grado de la avería y de la necesidad del “aparato”.

En este caso, necesitamos una ducha urgentemente y hace un frio que pela, y a esto se suma que hicimos una gran inversión para tener una caldera nueva, con lo que no nos hace ninguna gracia que nos deje tirados a puertas del invierno, ya vivimos esa experiencia el año pasado y no es nada placentera.

Jose resetea la caldera pero no hay manera, cambia el suministro de gas de la botella de GLP  a la azul que trajimos de España y que todavía conservamos casi intacta, pero tampoco consigue que funcione.

No nos queda otra que ponernos en contacto con Tasios, el chico de Camper Club en Grecia que nos instaló el equipo y ver cuál es el problema. Pero lo cierto es que nos encontramos a 3.000 kilómetros del taller, por lo que el tema presencial va a estar complicado, cruzamos los dedos para que se trate de algo sencillo que se pueda solucionar en la distancia.

Tasios en seguida lee nuestro mensaje:

“ Buenas tardes Tasios, tenemos un problema con la caldera y estamos en el Caúcaso a temperaturas de -2ºC, por favor contáctanos para ver cómo podemos solucionarlo”.

Recibimos respuesta de inmediato, a pesar de que sabemos que tiene siempre mucho trabajo, pero el -2ºC ha surgido efecto:

“ Resetear la caldera y encender el fogón de la cocina, así debe funcionar”.

No entendemos muy bien que el hecho de encender la cocina haga que funcione, pero así es, con lo que nos damos un duchazo de agua calentita a la salud de este griego.

Justo después de la ducha ya relajados, alguien llama a la puerta, está oscuro fuera pero vemos la silueta de un muchacho.

  • ¿Quién es? –pregunta Jose.
  • ¡Hola soy Alexander! –nos responde.

Se trata de un chico alto, rubito y con ojos claros. ¿Estamos soñando?

  • ¡Hola Alex, pasa y siéntate! – le respondemos.

Estamos muertos después de la caminata, y cierto es que habíamos pensado irnos a la cama pronto, pero si alguien llama a nuestra puerta sus motivos tendrá. Preparamos un té,  sacamos unas pastas y comenzamos a charlar.

Alex tiene 31 años, es ingeniero de equipos médicos y vive en San Petersburgo, tiene novia y una vida como la que podría tener cualquier chico de su edad en España, pero ha tenido que dejarlo todo y abandonar su país para vagar por el mundo.

Desde hace unas semanas, se requiere que todo civil, hombre de entre 18 y 60 años esté dispuesto a luchar por la patria en el conflicto con Ucrania, o si se diera el caso cualquier otro país que desafíe al gigante ruso. Alex no está dispuesto a luchar y ha decidido huir.

  • Y hasta que muera Putin no podré volver a Rusia –se pronuncia Alex.

Sus palabras nos dejan helados, pensar en la muerte de alguien para recuperar tu vida, es algo que ni se nos puede pasar por la cabeza, de hecho, nos cuesta asimilar la dureza de estas palabras, con las que a la vez en cierto modo empatizamos.

Alex dejó su país hace unos días y viaja haciendo autostop y durmiendo en su tienda de campaña. Por el momento va a tantear Armenia, pero su plan en dirigirse a Turquía, donde su novia piensa reunirse con él en unas semanas. ¡El mundo está loco! No perdón, ¡ciertos personajes están locos!

                                

Después de esta visita que nos deja muy pensativos sobre la situación de este chico, nos vamos a la camita reflexionando sobre todo lo que nos ha contado. Sin duda, necesitaba compañía en estos momentos tan difíciles.

Por la mañana ponemos rumbo a tierras algo más bajas con el fin de llenar la despensa y el depósito de agua. Encontramos otra tienda con el poster del chorizo, pero con el mismo talante que la anterior. Lo que más nos sorprende es que aunque no paramos de ver vacas, parece imposible encontrar leche, por lo que vemos, aquí,  en lugar de lácteos se beben más bien bebidas alcohólicas, porque las estanterías están abarrotadas.

La señora de la tienda es encantadora como todos los armenios que hemos conocido hasta ahora, no les falta la sonrisa y nos hablan sin parar, a pesar de que no entendemos una palabra, pero eso es secundario, lo importante es hablar.

Junto a la tienda encontramos una fuente con unos grabados cristianos que nos viene de perlas, además nos dicen que se puede beber, pues perfecto.

Ponemos rumbo montaña adentro por un camino de tierra que nos conduce a un lugar junto a un riachuelo que parece perfecto para pasar el resto del día. Unos pastores pasan por la otra orilla y al vernos vienen a darnos “conversación” y ¿cómo no?, a ver nuestra casita.

            

Después de un rato de cháchara, siguen rumbo con el ganado y aparece otra panda que se colocan junto a nosotros. Decidimos echarnos una siesta, pero va a ser muy breve, en cuestión de minutos, llaman a la puerta.

  • ¿Quién es? –preguntamos.
  • ¡Hello! –nos responde.

Jose salta de la cama y se encuentra a uno de los muchachos que con un gesto le dice que se una a ellos, imposible decirles que no.

Desde la ventana, observo la situación, han aprovechado una enorme piedra como mesa y otras más pequeñas de taburetes, y tienen un buen festín: pollo, cordero, tomates, pan, pepino y queso se extienden por la mesa, pero sobre todo, lo que no falta es el whisky y el oghee, un vodka armenio afrutado de 60º . No he podido contar todas las botellas que tienen, pero vamos que si se las beben todas, no me gustaría encontrármelos en la carretera.

No consigo estar mucho tiempo atrincherada en La Española, en seguida quieren ver por dentro nuestra casa rodante y después de hacer de guía por nuestra minúsculo hogar me invitan a unirme a la fiesta. Por lo menos la dosis de alcohol se dividirá entre uno más.

Artur, Gago, Surem, Ando y Miro son la tribu armenia con los que pasamos la tarde intentando entendernos como podemos. Los temas principales son la religión y el futbol, aunque un tanto comprometidos, muy sencillos de conversar.

En cuanto al primer tema, y teniendo en cuenta que son cristianos acérrimos, todos detestan a los musulmanes y por supuestos a los países musulmanes. Intentamos decirles que no todos son tan malos, que hemos pasado por países como Turquía donde la gente es encantadora, pero no entran en razones.

En cuanto al segundo, son todos del Madrid, pero llevan un poco de desfase porque piensan que Ronaldo todavía juega en el equipo.

Entre tanto, nos regalan unos dibujos que han hecho sus hijos de Charles Aznavour, un cantante francés de origen armenio del siglo pasado del que están muy orgullosos, me regalan flores y nos enseñan como se juega al backgammom.

            

Con el fin de hacer la reunión un poco más festiva, aporto el altavoz y enseguida nos ponen música armenia a todo tren, mientras los chupitos de alcohol están continuamente alzados con el nuevo brindis que les hemos enseñado:

“ Arriba, abajo, al centro y pa dentro”.

Artur tal vez me ha visto con cara de hambre y no para de prepararme rollitos de pan con pollo y tomate. Y otro chupito, y otro rollito, y otro…

Después de un par de horas alguno ya comienza a bailotear y otros a resoplar. Está oscureciendo y el frio comienza a caer, con lo que nos proponen irnos a una discoteca a su pueblo. Amablemente rechazamos la oferta, con las curvas de la carretera y el pelotazo que llevan estos, no tenemos ninguna duda de que nos quedamos en el campamento.

En cuestión de segundos recogen todo el tinglao y desaparecen derrapando, no sin antes mostrarnos la pistola que Surem lleva en la guantera. ¡Qué peligro tienen estos!

Nosotros entramos en casa con el ánimo de descasar pero en cuestión de minutos llaman a la puerta.

  • ¡Hola! –se oye una voz desde fuera.
  • ¿Pero quién será? –nos preguntamos Jose y yo.
  • Pasa, pasa –le decimos a la voz desde dentro.

Entra un chico rubio casi albino que se presenta como Denis en español.

Denis, es otro de esos chicos rusos que está en contra de la guerra y que no está dispuesto a participar de ninguna manera en el conflicto con Ucrania.

Estando de vacaciones con su esposa y sus padres, se enteró de la decisión de Putin de los reclutamientos de civiles obligatorios.

Al contrario que Alex, Denis se ve mucho más afectado con la situación y nos cuenta que está muy perdido, su mujer y sus padres han vuelto a Moscú pero él no tiene ninguna intención, a pesar de que amigos suyos le están diciendo que es un cobarde por hacer lo que está haciendo, lo cual le está afectando muchísimo porque se siente completamente sólo ante una situación que es una auténtica locura.

Si decide volver y lo llaman a filas, no tendría más elección, de lo contrario, ir  a prisión, donde se cometen todo tipo de torturas según nos ha contado. Intentamos animarle pero ¿cómo se dan ánimos a un chico de 30 años que ha tenido que dejarlo todo, y que no sabe cuándo podrá volver a su país?  

Repite la misma frase que Alex : “ Podré volver a mi país cuando muera Putin”.

                              

Después de una larga conversación, Denis decide volver a su coche donde lleva una tienda en el techo y dormir para mañana temprano poner rumbo al monte Aragats, donde quizás encuentre a Alex y puedan apoyarse el uno al otro.

Días mas tarde, recibiremos una fotos de los chicos juntos que nos hace especial ilusión. ¡Suerte amigos!

                                          

Cuando nos despertamos, ya ha partido y nosotros ponemos rumbo a un lugar del que nos han hablado y que pinta interesante: El ROT54, un radiotelescopio óptico construido en la época soviética.

Armenia perteneció a la URSS y en cuanto uno entra al país, se hace bastante notorio, sus edificaciones, esculturas, y vehículos de aquellos años, todavía se conservan, dando al país un aire de un tiempo pasado.

Durante la época soviética, se construyeron instalaciones colosales para investigación astrológica.

Para entrar en contexto: tras la Segunda Guerra Mundial, las dos potencias mundiales, EEUU y la URSS entraron en la llamada Guerra Fría, y la carrera espacial fue una pugna entre ambos países por la conquista del espacio.

El término se acuñó de forma análoga al de lcarrera armamentística. La carrera espacial constituyó uno de los ejes principales de rivalidad cultural y tecnológica. El equipamiento a bordo de satélites podía espiar a otros países, con cámaras de fotos y señales de radar, mientras que los logros espaciales servían de propaganda política, para demostrar la capacidad científica y el potencial militar. Los mismos motores cohete que podían poner en órbita un satélite o alcanzar la Luna, podían lanzar una bomba atómica a una ciudad enemiga cualquiera. Las dos superpotencias trabajaron para ganar ventaja en la investigación espacial, incrementando la capacidad de sus lanzadores, naves y satélites artificiales.

Casi llegando al lugar que desde lejos ya hemos divisado, nos cruzamos a Bruno y Marcia que nos comentan que hay una valla con un vigilante y que van a intentar entrar por otro lugar.

  • ¿Nos seguís? –nos preguntan.
  • Vale –contestamos sin pensarlo demasiado.

Por una carretera de montaña serpenteante y a toda velocidad, la pareja francesa conduce su Volkswagen T3 y nosotros detrás pensando ahora: ” ¿A ver donde nos llevan?”

Después de unos veinte kilómetros nos adentramos a un pequeño poblado con un camino que sólo cabe un vehículo y con árboles rascando con ganas nuestro techo, hasta que llega un momento en que no podemos avanzar más.

Ellos lo tienen más fácil aparcan en la orilla y todavía dejan algo de paso, pero nosotros estamos bloqueando y aquí no podemos dejar la casa. Intentando echar marcha atrás las ramas se quedan con nuestras planchas de rescate y veo a Jose con cara de: “¿por qué les habremos seguido?”

A todo esto se ha hecho casi la hora de comer y no tenemos mucha idea de si desde aquí, campo a través se puede alcanzar el lugar. Por lo que decimos a nuestros amigos que se adelanten mientras nosotros hacemos una reflexión.

Jose prefiere que volvamos, comamos y lo intentemos por la otra entrada y yo estoy de acuerdo. Después de reponer fuerzas nos acercamos al lugar  pero no hay nadie vigilando, por lo que decidimos por así decirlo, colarnos.

Ascendemos un camino que a ambos lados nos va mostrando ya algunos artilugios científicos  de época.

Al llegar al final, giramos a mano derecha y a unos metros se encuentra un enorme edificio de construcción soviética. Por uno de los ventanales que está roto, vemos una mesa de villar sobre la que hay un tigre de peluche y una lámpara de los años 70, menudo cuadro.

Intentamos entrar, pero las puertas están cerradas a cal y canto, por la pinta, debería de albergar las habitaciones y zonas de recreo de los científicos que aquí vivían.

Avanzamos y al subir unas escaleras, tenemos delante de nuestros ojos una antena  gigantesca de 54 m de diámetro donde se nos ve minúsculos, ¡qué alucine! Una pasarela permite caminar alrededor de este colosal artefacto construido a los pies del monte Aragats.

            

Justo detrás se encuentra el edificio que alberga la sala de control. Ya desde la puerta, a través de una gran cristalera podemos divisar una escalinata que conduce a la planta superior donde no podemos evitar fantasear al ver estos paneles con letras rusas, botones, pantallas, indicadores de medición, francamente parece que no es real. Pero lo es, y un día fueron manipulados por científicos de alto rango.

         

El radiotelescopio ROT54, fue diseñado por el científico armenio Paris Herouni para la recepción efectiva de información astrofísica en los rangos de ondas cortas centimétricas y milimétricas, donde se esperaban descubrimientos de suma importancia. Aunque su diseño y su propuesta fue en el año 1964, su construcción no llevo a cabo hasta 1975 tardando diez años en finalizarse.

El equipo registró una explosión del gigante rojo, la estrella gemela de la constelación de géminis y se publicaron numerosos artículos en revistas científicas de la URSS y en el extranjero.

Lamentablemente sólo se usó durante cuatro años, en 1990 cesaron sus operaciones. Pensando cual sería la inversión de estas instalaciones suena a auténtica locura, como la historia misma.

Hoy en día ha quedado como atracción abandonada para aquellos tal vez un tanto frikis que nos gusta adentrarnos en estos lugares que tienen magníficas historias detrás.

Después de esta visita tan emocionante, descendemos el sendero fantaseando con todo lo que hemos visto y de repente un tipo entrado en kilos aparece por detrás y le toca el hombro a Jose. ¡Nos ha pillado!

  • Señor, pero nosotros no somos espías, sólo curiosos –le decimos.

Y a pesar de que no entiende ni papa, lo sabe y por ello nos pide una buena propina.

          

A ves la curiosidad tiene un precio, pero sin duda ha merecido la pena, hemos culminado nuestra aventura espacial en Armenia.