EL MONTE DE FUEGO Y LAS CASUALIDADES DE LA VIDA (22/06/2022)
Con el corazón un poco encogido, ponemos rumbo hacia Çirali. Junto a esta población, se encuentra el monte Olimpo turco que tiene una peculiaridad, sus rocas emanan fuego.
De camino paramos en un supermercado a rellenar la despensa. Es la hora de comer, y junto a esta población a nuestro paso vemos una playa abarrotada de gente haciendo barbacoa. No es que sea un lugar idílico, pero a veces debemos bajar el listón y conformarnos con una sombra, que no es poco en esta época del año.
Cuando llegamos, vemos un ambiente un tanto lolailo, podríamos decir. Está todo lleno de mierda pero hasta el punto que es difícil encontrar un centímetro cuadrado sin una, lata, una botella, o una bolsa de patatas vacía. ¡En fin! Nos alejamos un poco del gran bullicio, limpiamos un poco la zona y plantamos campamento.
Justo antes echarnos una cabezadita, vemos un hombre sudando intentando sacar el coche de la arena donde se ha quedado clavado. ¿Pero a quién se le ocurre meterse por ahí?
Jose de inmediato, saca la eslinga que está deseando utilizar desde hace tiempo y se pone manos a la obra con el rescate. El problema es de donde enganchar el coche de este hombre para no arrancarle el guardabarros. Finalmente, se las apañan y de un tirón, fuera. ¡Bravo! El hombre agradecido, nos regala unas cervezas, pues genial, nos la tomaremos a su salud.
Seguimos camino hoy sin siesta, porque además el lugar no nos da demasiada confianza y ha pasado un individuo al que hemos saludado y nos ha respondido con una mirada desafiante.
Para llegar a Çirali, hay que descender por una carretera ondulada y rodeada de un bosque frondoso, mientras conducimos con las ventanillas bajadas, nos llegan aromas a pino y a mar.
A una de las orillas de la carretera se encuentra el cauce del rio que por cierto baja completamente seco, y al otro la montaña. Por más que avanzamos no terminamos de ver ningún lugar donde poder plantar el campamento. Lo que si vemos son muchos campings y bungalós con piscina que se van multiplicando conforme nos acercamos a la población, hasta estar uno con otro.
- Pero… ¿hay aquí tanto turismo para llenar todo esto? -le comento a Jose.
- Pues seguro, porque además de un magnífico monte, está justo en la costa.
A pesar de la masificación de hoteles y restaurantes, no tenemos la sensación que tuvimos en Oludeniz, ya que aquí todo está construido en sintonía con la naturaleza, y hay vegetación por todas partes que sirve de separación entre chiringuitos y hospedajes.
Nosotros decidimos seguir conduciendo en dirección a la montaña Quimera y un magnífico bosque aparece como escenario, pero uno muy peculiar, ya que los árboles han adquirido formas muy curiosas y parecen acacias, diría que nos hemos trasladado a África.
Aparcamos La Española en una sombra y pasamos la tarde contemplando el paraje que nos rodea. Además por suerte, no hay mosquitos, aunque sí moscas carnívoras, la vida camper es magnífica pero no es perfecta.
Por la mañana bien temprano, decido ir a dar un paseo matutino e investigar horario y precio para subir al monte. Poco descubro excepto al tipo de la garita de la entrada roncando como un búfalo.
Doy media vuelta y a un par de kilómetros, veo una zona de bosque que también parece interesante como alternativa.
A eso de las dos de la tarde, vemos a lo lejos venir un coche de la policía. ¡Vaya por Dios! y para colmo a la hora de comer.
- Buenos días, tienen que irse de aquí, no se puede hacer camping en este bosque porque hay peligro de incendio –nos comentan.
- Pero si nosotros no vamos a hacer fuego –les respondemos.
- Tienen que irse ya –termina la conversación rápidamente el policía.
Nos han indicado que podemos acampar en un campo de futbol, a un par de kilómetros, pero con la que está cayendo, como no hayan plantado cocoteros en lugar de césped en ese campo, nos vamos a achicharrar.
Decidimos arriesgarnos teniendo en cuenta la oferta que nos han hecho los polis, e ir al lugar que he descubierto esta mañana, donde la sombra está asegurada. Levantamos el campamento con bastante pereza, ya que estábamos a punto de comer y ahora nos tenemos que poner a recoger sillas, mesa, trastos, y estamos muertos de hambre.
El nuevo lugar es perfecto, y de hecho, ha pasado la poli y nos ha ignorado, con lo que parece que en este otro bosque no hay peligro de incendio.
Después de una comida rápida y una buena siesta, ponemos marcha hacia la montaña del fuego, ya que la mejor hora de apreciarla es a la caída del sol.
Y como no, Homero también hizo referencia en sus escritos a este monte, el monte Olimpo turco. Además hay una historia mitológica detrás de estas llamas surgidas de la montaña.
Bellerophontes , uno de los hijos del rey de Ephyra, mató a su hermano durante una cacería, por ello fue expulsado de su reino y pidió refugio al rey de Argos, pero éste no le permitió quedarse por el hecho de haber cometido un asesinato, aunque posiblemente no fue a propósito. Fue enviado al reino licio donde el rey no estaba demasiado conforme con la idea de que este permaneciera en su reino, pero por otra parte entendía la miserable tragedia que había vivido. Le propuso que podría quedarse si vencía a un monstruo femenino que echaba fuego por la boca llamado Quimera, con cuerpo de cabra, cabeza de león, con una serpiente como cola y que habitaba en lo alto de la montaña. Bellerophontes tomó su caballo alado Pegaso dispuesto a vencer a la bestia. Este descendió y con su lanza la incrustó en la roca, desde ese momento, Quimera comenzó a lanzar llamas desde el interior de la montaña que se han mantenido hasta nuestros días.
Para celebrar la victoria de Bellerophontes, el pueblo de Olimpos, organizó una carrera, los atletas encendieron sus antorchas con la llama sagrada de Quimera. Este acontecimiento fue considerado como los primeros juegos olímpicos de Anatolia.
Un lugar con una historia tan curiosa e intrigante, bien merece la pena una visita. Desde el aparcamiento del lugar ascendemos un kilómetro de inclinado monte, el sol sigue implacable y parecemos dos sopas cuando por fin alcanzamos la cima donde las llamas brotan de las rocas de una forma mágica.
Aunque nos encanta la versión mitológica, según la versión científica se trata de una reacción química, ya que la elevada concentración de oxígeno y nitrógeno dentro de la roca, provocan que a la salida por ciertos orificios y en contacto con el CO2, se produzca la combustión. Sin duda, ver este espectáculo de la naturaleza es mágico.
Lo que no es tan mágico es el gentío que hay, niños berreando, rusas postureando delante de la llamas… En fin todo un circo en este lugar sagrado. Nosotros nos acercamos a hacernos una foto con una de las llamas y madre mía, casi nos da un golpe de calor, entre el que llevamos en nuestro cuerpo y el que emanan estas rocas habremos alcanzado la temperatura de ebullición.
Nos retiramos un poco de las masas ascendiendo montaña arriba y esperamos a que anochezca, el gentío se va dispersando poco a poco y disfrutamos de estas llamas que son más visibles cuando el sol se ha ocultado y sólo las estrellas pueblan este cielo eterno. En ese momento un chico que ha subido con un tambor y otros instrumentos, nos delita con su música consiguiendo que toda la algarabía desaparezca.
Decidimos batirnos en retirada con el sonido de los tambores y las llamas a lo lejos, ¡qué bonito! Aunque el descenso no resulta fácil, está claro que visión nocturna tenemos poca.
En el parking vemos una camioneta aparcada, son Sevan y Chloe los chicos suizos que conocimos en Iztuzu, ¡qué alegría! Conversamos con ellos y les proponemos pasar la noche en nuestro rinconcito; ellos nos proponen para mañana temprano una caminata a lo largo de la costa. Si bien es cierto que teníamos otros planes, sin pensarlo demasiado, les damos la confirmación.
Amanecemos a las seis de la mañana, cosa rara en nosotros, especialmente en Jose, que últimamente está muy perezoso y mágicamente en media hora estamos listos para comenzar la ruta. Una fantástica caminata a lo largo de la costa donde descubrimos playas escondidas completamente vacías. El sol ya comienza su despiadada labor y viendo el agua desde lo alto de la colina, los cinco, porque nos acompaña Luky, el perro montenegrino que adoptaron estos chicos, sólo pensamos en descender y darnos un buen chapuzón.
Cuando llegamos a la playa, nos encontramos un escenario un tanto triste, aunque si bien es cierto que la basura en los lugares naturales aquí en Turquía es un hecho, en este lugar tan remoto, no lo esperábamos. Toda la orilla tiene un manto de plásticos minúsculos que a saber de dónde vienen. Esperamos que en un futuro no muy lejano cambie esta situación y desde pequeños, a los niños se les eduque para respetar el medio ambiente más que para rezar en una mezquita, y no es que tenga nada en contra de los rezos, pero ¡por Alá, un poco de sentido común!
Atravesamos el manto de polietileno y nos lanzamos a estas aguas cristalinas donde conversamos sobre cómo es la vida en Suiza, en España, en Turquía, sobre nuestra ruta y pasamos una jornada de lo más entretenida. Aunque después de escuchar que el salario medio en Suiza son 5.000 € se nos queda cara de tontos.
- ¿Y Lucky dónde está? –pregunta Chlóe.
A lo lejos vemos al único acompañante que tenemos en la playa intentado deshacerse de Lucky que se ha echado encima de él mientras este hacía abdominales, no podemos evitar reírnos al ver la cómica situación.
Después del baño, ellos deciden continuar y nosotros volver al campamento para poner rumbo a Antalya.
Cuando vamos a abrir la puerta de La Española, nos encontramos una nota enganchada en el picaporte que dice: “Hola soy Maria Jesus, pasen si pueden esta tarde entre la 16h y las 17h por el Hotel Odile a tomar una café”.
Nos vienen todo tipo de preguntas a la cabeza: ¿Quién será esta María Jesús?, ¿estará aquí de vacaciones?, ¿o tal vez vivirá aquí? Nos habla de usted, ¿tal vez sea latina en lugar de española? Aunque un nombre así, es muy español.
A pesar de que nos comenta que pasemos por la tarde, después de una buena ducha, decidimos pasar por el hotel y preguntar por ella.
Cuando llegamos, nos quedamos boquiabiertos de ver un magnífico resort con una piscina que parece decir “bañaté” y una hilera de tumbonas alrededor. De fondo una vegetación frondosa, palmeras y el monte Olympo en el horizonte. Un lugar ideal para pasar unos días de relax.
Preguntamos a la chica de recepción por María Jesús, y parece dudar, igual tienen mucha gente y no recuerda todos los nombres.
- María Jesús –le volvemos a repetir.
- Ahhh Susi, claro, es la jefa –nos contesta.
Pues una de nuestras preguntas ya se ha respondido.
La chica la llama por teléfono y le comenta que estamos aquí, en seguida me pasa el teléfono y su voz desprende una alegría increíble, creo que como la mía. ¡Cómo disfrutamos los españoles con estos encuentros!
Me comenta que está liada haciendo unos bizcochos y que en un par de horas nos vemos en su hotel.
Aprovechamos para darnos otra ducha, porque aquí, uno suda como pollo y queremos estar presentables. Luego vamos a la terraza para esperarla, a todo esto sin comer. En seguida se nos acerca un hombre, que se presenta como Alfonso. Es su marido y parece que tiene acento francés, pero nos dice que es turco. Pues imaginamos que se habrá cambiado el nombre, porque no es muy común por estas tierras pero sí muy español. Conversamos un ratito con él, pero está de lío y nos comenta que pronto estará aquí María Jesús.
Yo creo que le ha dado al horno a todo lo que da para que los bizcochos se hagan lo antes posible, porque en cuestión de una hora, un coche aparca junto a La Española y baja una mujer con unas bandejas.
- ¡Holaaa! Luisa y Jose Carlos ¿verdad? –nos dice con una sonrisa de oreja a oreja y un acento del norte, o más bien, con un castellano bien hablado.
- Siiii, somos nosotros.
Se dirige al comedor para dejar los bizcochos y enseguida vuelve, se acomoda y nos ponemos de cháchara.
María Jesús, vino a Turquía, hace treinta años nada más y nada menos, y con su marido, montaron un hotelito en este remoto lugar donde en aquellos tiempos, sólo había invernaderos y lagartos.
- Yo era una Pocahontas en aquellos tiempos –nos dice.
El pequeño hotel fue creciendo, fueron invirtiendo, y ahora tienen un magnífico complejo hotelero con dos piscinas, veinte habitaciones, treinta y seis bungalós, sala de yoga y mucho más.
Pero después de tantos años batallando, y con la competencia que hay, han decidido venderlo y tener una vida más tranquila en España.
Nosotros le contamos nuestra aventura y está más que encantada de que nos hayamos cruzado en el camino.
Damos con ella una vuelta para conocer este magnífico lugar y junto a una de las piscinas, hay tres chicas de risas. A nuestro paso nos invitan a tomar con ellas una sangría que han hecho con vodka. Esto suena explosivo sobre todo con el estómago vacío, pero no podemos decir que no. Nos unimos al grupo y a falta de pan, buena es la sangría, que poco a poco va subiendo a la cabeza y las risas no faltan.
Son tres amigas que estudiaron juntas medicina es Ankara y todos los años se reúnen durante unos días en este idílico lugar para para pasar unas vacaciones y disfrutar de su compañía. Según nos cuentan, a sus maridos no les hace ni la menor gracia, pero a ellas no les importa y todos los años vienen a su cita.
Conversamos sobre nuestro viaje, sobre el boom del turismo que se ha desarrollado en el país para hacerse operaciones de cirugía estética, sobre la situación política actual.
El presidente Erdogan, en el poder desde el 2014 y con unas ideas un tanto radicales, le han hecho a parte de la sociedad turca retroceder en las ideas e ideales que Atatürk, el primer presidente de la república estableció. Consiguió de un país musulmán hacer un país de mente abierta y laico, donde le estado y la religión tuvieran sus fronteras. En este aspecto Erdogan es mucho más conservador y a día de hoy, todavía en gran parte de Turquía está mal visto una mujer bebiendo, fumando y sin el hiyab o pañuelo que les cubre la cabeza.
Por ello estas chicas aprovechan para darle a la sangría aquí donde nadie perturba sus risas. Por suerte Susi nos dice de continuar la ruta y pasar a merendar. De otra manera podemos caer redondos a la piscina.
Después de una rica merienda a base de ensaladas turcas, fruta, bizcocho y té, María Jesús desaparece durante un rato.
A su vuelta, la vemos toda cargada con una bolsa llena de chorizo, salchichón, espárragos, queso curado y toda clase de esos productos que tanto echamos de menos, ¡menuda cesta de navidad!
- No muchacha, que esto te lo has traído tú para vosotros –le decimos.
- ¿Cómo qué no? –esto os lo vais a comer a mi salud.
No tenemos palabras para agradecer a Susi lo que ha significado para nosotros este encuentro, ya que no vemos españoles por aquí y esa generosidad que ella ha tenido con nosotros, no lo olvidaremos nunca.
¡Gracias amiga!
Nos despedimos con un fuerte abrazo de los que te funden y con los ojitos un tanto empañados, eso sí, con la seguridad de que un día volveremos a vernos.
Más contentos que unas castañuelas, ponemos rumbo hacia Antalya, y no por capricho, ya que solemos huir de las grandes ciudades y esta lo es, pero nos gustaría comprar algunos productos para el camper, especialmente para el baño y aquí hemos localizado una tienda.
Llegamos ya al oscurecer y la tienda está cerrada, con lo que la posibilidad para dormir es un enorme terreno que parece un parking. Curiosamente sólo hay unos pocos coches y un chico senegalés corriendo y cómo no sudando la gota gorda. Al vernos hace una frenada en seco y se pone de charla con nosotros. Lo han fichado para jugar al futbol en un equipo turco y está entrenando, pues esperemos que no le dé un yuyu con la que está cayendo.
Justo cuando ya vamos a meternos en la cama, se acerca un coche con unas luces que vemos reflejadas desde dentro, ¡nooooo!
Sí, vienen a echarnos pero Jose utiliza toda su artillería para convencerles de que a estas horas es peligroso ir buscando un sitio para pernoctar y estos guardas acceden a dejarnos pasar la noche.
Temprano, tal y como prometimos a los seguratas dejamos el lugar para acercarnos a la tienda. El dueño, Levert, es un chico muy amable que nos atiende estupendamente y además nos ayuda a comprar online unas placas de rescate que no sabemos cómo nos han desaparecido.
Para pasar el resto del día, dejamos la ciudad y nos dirigimos a un cañón que se encuentra a unos quince minutos. Llegamos al atardecer, el lugar es más que espectacular, con unos cortados de vértigo.
Las temperaturas van en alza hasta puntos que estamos asustados, ayer llegamos a los cuarenta grados, el frigo ni enfría y nosotros nos vamos a derretir. Por suerte encontramos una sombrita y decididnos pasar aquí otro día.
Cuando estamos más que instalados, pasa un 4X4 lleno guardabosques, o eso parecen. Como pueden nos dicen que debemos irnos, que hay peligro de incendio, pero lo que no sabemos, es si el peligro somos nosotros o por el contrario quieren protegernos. En cualquier caso Jose les convence para quedarnos, su estrategia de persuasión, está funcionando.
Durante el día vuelven a pasar tres coches más patrullando, pero con el mismo argumento, nos dejan quedarnos y podemos disfrutar de otro magnífico atardecer en este rincón de la Turquía donde sólo parecen habitar las águilas y nosotros.