KONYA, LA MECA TURCA (25/06/2022)

Dejamos atrás la costa del Egeo con la esperanza de encontrar tierras algo más frescas en el interior del país, y a ser posible menos húmedas. Estos últimos días, las condiciones climatológicas están mermando nuestras fuerzas.

Cinco horas nos separan de nuestro próximo destino, Konya. Después de unos cientos de kilómetros, la carretera comienza a empinarse y alcanzamos una zona de montaña espectacular.

  • Darling, 26 grados –me dice Jose con una gran sonrisa.

Y así, va contando el descenso de temperatura hasta llegar a los 20 grados. ¡Pero si vamos a tener que sacar la ropa de invierno, aleluyaaaa!

Los calores y los mosquitos, son sin duda nuestros mayores enemigos en este periplo, por lo que cuando conseguimos vencerles de manera natural, largándonos del lugar y buscando alguno más propicio para nuestra circunstancia de vida, o de manera artificial con nuestras armas químicas, nos sentimos más que victoriosos y felices.

Como no estamos muy seguros de la climatología que nos vamos a encontrar en Konya, sin más, propongo a Jose hacer una parada en medio de un paraje junto a la autovía y pasar el resto del día fresquitos.

Sin ninguna dilación Jose acepta encantado mi proposición. Por un caminucho lleno de boquetes nos lanzamos con La Española a este magnífico valle que nos ha cautivado a nuestro paso.

Un par de casas de granjeros se encuentran a medio camino, y nos saludan desde detrás de los visillos de sus ventanas, imagino que pensarán “¿Dónde van estos dos por este camino de cabras?”

Nos instalamos junto a unas rocas y abetos y es cuestión de minutos vernos rodeados de vacas y toros que se habrán sentido atraídos por el rojo intenso de La Española. No creo que tengan visitas así todos los días.

          

Pasamos la tarde un tanto lluviosa simplemente mirando a las vacas y disfrutando del frescor de la montaña.

Por la mañana ponemos rumbo a la que hemos bautizado como la Meca Turca. Esta enorme ciudad, parece el clásico lugar de parada de antiguas caravanas que pasaban por aquí en sus rutas a Oriente. Konya, rodeada de un paisaje desértico azotado por el viento, parece ser que ha tenido un gran auge. Los edificios de viviendas se multiplican en comparación a como la vimos la última vez que estuvimos aquí hace 17 años.

La razón por la que venimos aquí, es porque este lugar es La Meca de la peregrinación en Turquía, y gran parte de su población son devotos musulmanes.

Esta zona fue habitada desde hace más de 6800 a.C., posteriormente los hititas la llamaron Kuwanna, hace casi 4000 años. Y más tarde fue habitada por frigios, romanos y turcos, quienes la bautizaron como Konya.

Alcanzó su esplendor entre los siglos XII y XIII cuando era la capital del sultanato Selyucida de Rum.  Este sultanato, tuvo uno de los mayores filósofos místicos de la historia: Celaleddin Rumi también llamado Mevlâna o “nuestro guía” por sus seguidores. Sus escritos religiosos y sus poemas, la mayoría en persa, puesto que era el idioma literario de la época,  se encuentran entre los más apreciados y respetados del mundo islámico. Vivió en la Meca y estudió en Damasco, llego a Konya en 1244 donde conoció a uno de los discípulos sufíes de su padre, y por el que se vio influenciado enormemente. Este fue asesinado por grupo de discípulos de Rumi y ante su desesperación, se apartó del mundo para meditar. En este periodo escribió su gran libro de poesía Mathanavi. Entre sus frases más conocidas se encuentra esta:

“O muéstrate cómo eres o sé cómo aparentas”

Estas palabras dicen mucho ¿verdad?

En la ciudad han habilitado una zona para caravanas y es una auténtica pasada, con electricidad, agua y duchas de agua caliente, estamos alucinando la verdad, porque además es gratuito.

Al llegar nos encontramos con parte de nuestra familia viajera, Anne, Virgin, Swann, Élouan y con Jean Baptiste. Es increíble cómo vamos coincidiendo con nuestros amigos en la ruta, parece que estemos coordinados, pero no es así, son las casualidades de esta vida nómada.

Después de un rato de conversación con nuestros vecinos, le sacamos el máximo partido a todas las comodidades que nos dan gratis aquí en Turquía. Y bien limpios nos vamos a explorar la ciudad.

Nuestra primera misión es probar la pizza turca típica de Konya llamada “pide”, un pan extrafino sobre el que se colocan verduras, carnes, queso etc.

Encontramos un restaurante con una terraza espectacular con vistas a la mezquita que soberbia, corona la gran plaza y al museo Mevlana, otro edificio que no tiene nada que envidiar a su vecino, con un magnífico minarete color turquesa que resalta desde lo lejos. Y con este escenario, degustamos las delicias turcas en un ambiente de lo más agradable y por fin, con una temperatura ideal.

            

            

Ha coincidido que es sábado y hay un bullicio tremendo en la ciudad, los restaurantes las calles, las tiendas, las plazas están abarrotados. No somos de los que nos gustan las aglomeraciones, pero cierto es que tampoco nos gusta ver una ciudad sin vida, y Konya consigue ese compromiso.

             

Después del exquisito manjar, queremos hacer una inmersión en la historia de este lugar así como en su religión, y para ello nos dirigimos al Museo Mevlana.

Desde fuera, se ve un gentío tremendo, ya que aquí se encuentra el mausoleo de Rumi así como de otros tantos maestros sufistas, y es el lugar de peregrinación más importante de toda Turquía.

 El sufismo es la dimensión interna y aspecto espiritual del islam.  Históricamente, los sufíes han pertenecido a menudo a diferentes órdenes o congregaciones formadas en torno a un gran maestro, conocido como wali y donde si tiramos del hilo, llegaremos hasta el profeta Mahoma, el que fue primer guía espiritual. Estas órdenes, se reúnen para sesiones espirituales llamadas majalis. Lo hacen  lugares de reunión conocidos como zawiyas y su fin es adorar a Alá en su máxima perfección : “ Adora a Alá como si lo vieras, y si no puedes verlo, Él te ve a ti”.

Históricamente se ha confundido con una secta del Islam, cuando en realidad es una orden religiosa para cualquier denominación islámica.

Al entrar en el patio principal, vemos una magnífica fuente circular con un techo sujetado por columnas de mármol que se unen entre ellas con fantásticos arcos decorados en verde esmeralda. Todos los grifos tienen unos pies que se están purificando para poder entrar al recinto  más sagrado del lugar, el mausoleo del gran Mevlana.

Observo a mí alrededor y miro a todos estos personajes que me rodean y que cargados de fe, han llegado hasta aquí posiblemente desde cualquier rincón del país, para visitar la tumba del que fue el guía espiritual más importante de Turquía.

              

A pesar de que es un lugar donde hay mucha devoción y tradiciones, ya se ven a las nuevas generaciones sin portar el Hiyab, si cierto es que pueden contar con una mano. La mayoría de mujeres van cubiertas con una abaya ó túnica negra y un chador o pañuelo que sólo les deja descubiertos los ojos.

               

Pero sin duda el personaje que atrae más mi atención es el que podría ser el mismísimo Abraham, vestido con una túnica marrón y un turbante de color verde esmeralda. Porta un bastón de madera tallado y cada vez que lo miro está rodeado de gentes diferentes, perece que las atrajera como un profeta y siento que a mí me pasa lo mismo. No puedo evitar el acercarme a él e intentar comunicarnos, si bien es cierto que no es fácil, conseguimos entender que ha estado en Italia, Alemania y Angola. Su nombre, no conseguimos descifrarlo, pero este Abraham es todo un aventurero.

           

Para entrar a este mausoleo, hay que flanquear una puerta decorada en su parte superior con unas inscripciones doradas en árabe, y atravesar unas cortinas a base de tiras de terciopelo rojo, en las que pareces quedarte atrapado por unos segundos junto a otras tantas personas hasta poder entrar.

El gentío que hay dentro es abrumador, pero conforme nos acercamos a la tumba el silencio se va apoderando del lugar hasta estar delante de un magnífico sarcófago adornado con un manto verde y sobre el que se encuentra el curioso turbante del maestro. Delante de lo que podría ser esta magnífica capilla multicolor con inscripciones doradas se agolpa la gente, rezando, llorando y desprendiendo toda clase de emociones. El ambiente de devoción se respira en este recinto y tal vez como sagrado que es, está exento de covid, porque aquí podría haber contagios masivos.

A la salida y con los pelos de punta, aprovechamos para empaparnos un poco más sobre la vida de los Derviches; esos señores que giran con sus trajes blancos y que siempre vemos junto a la magnífica mezquita de Santa Sofía cuando hay una publicidad de un viaje a Turquía.

A la muerte del Mevlana en 1273, su hijo el Sultán Veled, organizó a sus seguidores en la fraternidad de los Mevlevi o Derviches Danzantes.

Se fundaron más de cien congregaciones en territorio otomano y números sultanes fueron sufíes mevlevi o místicos. Durante esta época, las órdenes derviches ejercieron una considerable influencia en la vida política, social y económica del país. A grandes rasgos, su ideología era monárquica, conservadora y xenófoba. Por eso, en su compromiso por implantar la democracia y separar la religión del estado, Atatürk, vio en los Derviches un freno al progreso de la sociedad turca, y en 1925 prohibió todas sus órdenes. Pero algunas sobrevivieron en forma de hermandades religiosas, y surgieron en 1957en Konya como asociación cultural, cuya finalidad era conservar una tradición histórica.

El giro derviche es un ritual, el cual lleva a que tu mente este completamente vacía, sin pensar absolutamente en nada  hasta llegar al punto de relajación máxima. Este giro, no solo es un arte, sino que es un rito sagrado orientado a conectar con nuestro ser interior a través del movimiento. Es una danza contemplativa, o una meditación dinámica, en la que uno no gira con su cuerpo, sino que lo hace con el centro de su ser o conciencia. Estos giros, cultivan el movimiento físico para abrir la puerta entre lo mundano y lo Divino, utilizando la danza ritual y los ejercicios con movimientos controlados para promover los estados de conciencia.

Toda esta filosofía religiosa, sin duda, va un paso más allá de los simples rezos elevando al ser a unas dimensiones no alcanzables para todos los mortales.

Y ya que hemos indagado un poco más sobre estos señores, lo que nos gustaría es poder verlos.

En la actualidad, apenas quedan ordenes de estos Derviches, debido a su abolición. Esto implica que es casi imposible ver una ceremonia de estos místicos.  Sin embargo, en Konya, según nos han dicho, los sábados, hay una representación, aunque no es fácil adivinar el lugar y la hora. Tras interrogar a media ciudad, damos con un enorme edificio que parece recién estrenado. Por el módico precio de dos euros, nos conducen a una sala circular con asientos en grada y donde poco a poco las gentes van cubriendo los más de mil asientos.

Cuando se aproxima la hora de comienzo, se apagan las luces, se hace el silencio y una música mística nos envuelve. Una treintena de hombres, comienzan este ritual que nos hace introducirnos en otra dimensión mientras los vemos girar y girar.