ALBANIA, UN VIAJE EN EL TIEMPO Y EN EL ESPACIO (23/01/2022)

Tenemos una gran curiosidad por este país, ya que no conocemos nada de él y sin duda tenemos el presentimiento de que va a ser toda una experiencia.

Al llegar a la frontera, donde divisamos la bandera ondeante, el guarda de aduana nos pide el pasaporte y poco más, además ni siquiera lo sellan, ni nos piden certificado vacunación ni por supuesto el test, a pesar de que a unos metros, vemos varios laboratorios provisionales de test Covid, parece que aquí el bicho se haya evaporado.

Circulamos con el lago Skadar y las enormes montañas balcánicas con sus picos nevados como escenario.

  • ¡Darling cuidadooooo! -le digo a Jose
  • ¡Madre mía casi los atropellamos! –me responde

Dos cerdos de buen tamaño, se pasean tranquilamente por la carretera y casi nos los llevamos para adelante, buen comienzo, está claro que este país promete.

Nos dirigimos a Sköder, pero de camino viendo el lago a un lado y las montañas al otro, decidimos adentrarnos por unos caminos para instalarnos en un paraje que no parece que sea Europa, sino más bien un lugar remoto en la cordillera del Himalaya.

Pasamos la noche tranquila aunque con un frío que pela, razón por la que hemos madrugado poco. Después del desayuno, andamos hacia el lago y vemos como unos cuantos hombres y mujeres colectan lavanda, al paso nos dicen algo, pero no entendemos ni papa, contestamos con un “¡haloo!” que por experiencia es una palabreja un tanto internacional.

                

Nos ponemos de camino hacia la ciudad y en la mayoría de “chalets” que vemos por aquí, un tanto horteros por cierto, en lugar de un jardín tienen una huerta o una mini granja con cerdos, gallinas y toda una serie de animales que imaginamos serán banquete antes o después de estas gentes. De lo que también nos percatamos, es de las cantidades de basura que hay por todas partes, ¡qué barbaridad!

Conforme nos vamos acercando a Sköder, el tráfico se acentúa y vamos un tanto expectantes por el tema de los cerdos en la carretera, por suerte no nos hemos cruzado con ninguno más, pero sí con vehículos muy curiosos, como carruajes, moto-carros, bici-carros y toda una serie de medios de transporte, algunos muy curiosos e imaginativos.

           

Antes de dar un paseo por la ciudad, paramos en un supermercado a comprar cuatro cosas que necesitamos y alucinamos con los precios, es todo carísimo, lo cual nos sorprende teniendo que en cuenta que a primera vista, nos damos cuenta de que hay gente pidiendo en las calles y se ve en general una población bastante humilde.

Cuando nos adentramos en el corazón de la urbe, comienza el espectáculo callejero, gente con sus puestos completamente improvisados vendiendo de todo, patos, gallinas, pollos, ropa, fruta, a pesar del frío, hay mucha vida fuera de los hogares, cosa no tan frecuente en otros países por los que hemos pasado, francamente parece que hayamos retrocedido en el tiempo.

El Skyline de la ciudad también es variopinto, con su iglesia católica, su enorme mezquita, un torreón de época desconocida y un monumento de mal gusto que consiste en barras de acero de diversos tamaños que completan este cuadro al que no le hace falta marco.

Nuestros sentidos están a flor de piel captando todo aquello que se muestra delante de nuestros ojos, muchas oficinas de telefonía, de cambio y de envío de dinero, tiendas familiares de todo un poco… y es ese momento desde los minaretes de las mezquitas, los rezos musulmanes nos envuelven junto al escándalo del tráfico, porque una rubia la está liando parda con su cochazo, vamos el caos... La ciudad a pesar de no tener nada demasiado especial, nos ha ofrecido una visión de lo más realista de lo que es Albania y lo cierto es que no estamos seguros de si nos encanta, pero nos tiene más que entretenidos.

               

Dejamos el caos para visitar un lugar con una leyenda que nos ha dejado helados: la fortaleza de Rozafa, de la época del pueblo Ilirio, que habitaba estas tierras muchos años antes de Cristo y que también fueron contemporáneos de los romanos. Según se cuenta, el castillo se intentaba levantar una y otra vez pero acababa derrumbándose, la solución que dio un viejo sabio fue sacrificar y enterrar en sus murallas a Rozafa, una de las mujeres de uno de los tres hermanos que mandaron construirlo. Desde ese momento la fortaleza sigue en pié. En cualquier caso, estos muros transmiten una vibra muy particular, además somos los únicos que visitamos el lugar, el viento nos golpea suavemente la cara y el silencio casi nos hace escuchar los gemidos de esa mujer que tal vez se encuentre aquí sepultada, en algún lugar de estos muros levantados hace siglos.

Desde sus torreones podemos apreciar una panorámica de Sköder con la cordillera balcánica con sus picos nevados de fondo, no se aprecia el caos de esta gran urbe, las miles de casas parecen no ser reales ante la imponente montaña y aquí solo estamos el viento, el silencio y nosotros.

              

               

               

Vamos en busca de un lugar donde poder pasar la noche y nos está siendo algo complicado. Los caminos por los que nos metemos, son laberínticos, o están destrozados, o no llevan a ninguna parte, hasta que desde la carretera vemos una cancha de futbol cubierta, muy típicas por aquí y con un buen parking, no es que sea idílico pero nos vale. Conforme entramos, vemos que hay unos portones al fondo, los atravesamos y encontramos un magnífico paraje junto al río y con vistas a las montañas y al castillo.  En cuestión de minutos, estamos rodeados de gallinas, patos y todo tipo de aves jajaja, es muy divertido, animales por todas partes. De repente, aparecen tres muchachos con una escopeta, yo me quedo boquiabierta, ¿y esto? Nos explican con el lenguaje corporal que van a cazar patos, y que podemos quedarnos aquí sin problema, jajaja, pues estupendo, tendremos vigilancia armada esta noche.

Por más que lo intentamos, no conseguimos levantarnos temprano, pero debe ser por el frío, son las nueve de la mañana y ni siquiera las gallinas se han despertado, esperemos que pase pronto. Ponemos rumbo a Kruje, un poblado al que se accede por una carretera de curvas infinitas, y teniendo en cuenta la conducción de los albaneses, cruzamos los dedos.

Kruje está enclavada en las montañas. A la entrada, nos recibe una enorme estatua de su héroe por excelencia Skanderbeg Kastrioti, hijo de un príncipe albanés y entregado a los turcos para ser educado y convertido al islam, puesto que Albania estaba en manos del imperio otomano. En uno de los ataques de los húngaros contra los otomanos, Skanderbeg aprovechó su debilidad, reunió a los suyos y liberó a la ciudad de manos otomanas, que durante un tiempo fueron independientes, pero a su muerte, volvieron a caer en manos del infiel.

 Aunque a primera vista la ciudad no nos parece demasiado atractiva, por las nuevas construcciones que se han hecho, tiene un bonito bazar donde poder comprar todo tipo de souvenirs y antigüedades, desgraciadamente, no estamos interesados en comprar nada y por cada puesto que pasamos, nos dan la tabarra para que entremos. Para evitar esta situación un tanto incómoda, decidimos subir montaña arriba para visitar la fortaleza medieval que ofrece unas magníficas vistas.

               

               

               

El lugar donde hemos aparcado no nos termina de convencer para pasar la noche porque está un poco inclinado inclinado, además, no hemos llegado a un acuerdo de precio con el vigilante, sopla un viento tremendo y hace un frío que pela, por lo que tomamos la decisión de ir a pasar la noche a la costa.

Por suerte, las distancias no son demasiado grandes, o tal vez a nosotros que vivimos en la carretera, nos parezca normal hacer dos horas de trayecto simplemente para pasar una noche más placentera. Elegimos una playa cerca de Durres, que nos sorprende por la infraestructura hotelera que tiene, vamos tipo La Manga pero al estilo albanés. Y debajo de una pinada con vistas al Adriático pasamos una noche perfecta.