LA COSTA ALBANESA EN COMPAÑÍA DE ALEXANDER Y KATINA (06-02-2022)

Nos dirigimos al monasterio de Kakome, lugar recomendado por nuestros amigos, pero no tenemos muy claro de si hemos tomado la ruta adecuada, ya que llega un momento en el que la carretera está cortada por unos enormes portones que nos indican que esto es propiedad privada.

Al fondo alcanzamos a ver una magnífica bahía con unas aguas espectaculares, pero por desgracia no hay posibilidad alguna de acceder a ella por tierra. Entonces recuerdo que Nadine me comentó que había que aparcar el coche y seguir andando, pero claro, nunca pensé que había que dejarlo en medio de la carretera.

Tomamos un sendero sin ninguna indicación, pero pensamos que por aquí oculto debe estar el lugar que buscamos. No hay ni un alma, con lo que difícil lo tenemos para preguntar.

  • Darling, allí al fondo parece que hay un edificio –Le digo.
  • Sí, se ve algo –me responde.

Conforme nos vamos acercando, vemos unas casas medio abandonadas y un par de perros con hambre de días que se abalanzan sobre nosotros ladrando furiosamente. Por suerte están atados a una verja, pero tiran con tanta fuerza que parece que vaya a romperse, no nos gusta nada la situación y no osamos a atravesar el sendero que escoltan este par de canes, seríamos sin duda un buen almuerzo para ellos.

-¡Jose corre! –Le digo

Podemos ver la silueta de una magnífica construcción ortodoxa al fondo, con lo que parece estamos en el lugar adecuado, a toda velocidad y campo a través, movemos nuestro trasero enredándonos los pies en todo tipo de zarzas y matujos hasta que nos sentimos a salvo.  

El lugar está completamente abandonado y evoca tranquilidad, sobre todo después del susto. Somos los únicos visitantes y paseamos por cada uno de los rincones de esta magnífica construcción, donde las pinturas de la capilla nos dejan perplejos, son una auténtica joya del siglo XVII. Pero los restos de basura están en todas partes,  sin más, en el altar junto a un bonito candelabro, nos encontramos un bote de nutella vacío, parece que algún feligrés haya venido aquí a merendar, ¡Qué disparate!, aunque mas nos sorprende que el candelabro esté allí, lo cual nos dice mucho de los albaneses; no tienen conciencia medioambiental, pero no son saqueadores.

En cualquier caso, disfrutamos de esta visita, de las vistas y del día tan maravilloso que hace.

Seguimos ruta hacia no sabemos dónde, con lo que al azar, aparecemos en la Bahía de Palermo, un bonito lugar donde poder hacer noche.

          

En lo alto de una de una de las colinas vemos una fortaleza, aparcamos la casa entre las dos magníficas playas que forman esta bahía y subimos el montículo para ver si el lugar está abierto.

Cuando llegamos a los portones, nos recibe Alexander, el encargado del castillo.

  • Mirëdita!( ¡Buenos días!) –le decimos al señor en Albanés.
  • Son quinientos leks o cinco euros–Nos dice en inglés.
  • Pues, leks no tenemos y euros, llevamos cincuenta –Le respondemos.
  • Cincuenta euros, nooo –nos responde y le da la risa.
  • ¿Y qué hacemos, como podemos arreglarlo? –Le digo
  • No sé –nos responde.

Viendo que estamos un tanto bloqueados, le comentamos la ilusión que teníamos de visitar esta fortaleza desde que llegamos a Albania y que ahora, no podemos irnos sin saber más sobre su historia, a ver si cuela. Le proponemos que nos deje pasar, y como tenemos intención de ir un poco hacia el norte, y volver sobre la misma ruta, a la vuelta le pagaremos. Por un instante se lo piensa, pero en seguida asiente.

Tal vez nos ha visto cara de amantes de la historia de Ali Pasha, el gobernante de estos territorios bajo el imperio Otomano. Sin haber pedido visita guiada a Alexander, deja la taquilla, que en realidad es una mesa de madera algo roída y nos acompaña al interior. Alexander es hombre de unos cincuenta siete años, no muy alto y canoso, con una expresión simpática y está claro que le gusta hablar. Nos cuenta que es profesor de historia, pero no terminamos de entender muy bien el por qué dejó la profesión para dedicarse a esto. El caso es que nos da una lección magistral de la vida del monarca. El problema es que su inglés es difícil de entender y Jose que es el alumno empollón, no para de hacerle preguntas, y eso de que le corte a media explicación, Alexander no lo lleva nada bien y no para de refunfuñar, me parece de lo más divertido toda esta escena.

De vez en cuando entra algún visitante a los que Alexander se limita a cobrarles la entrada y enseguida vuelve con nosotros.

  • ¿Entonces, Alí Pasha, también gobernaba la zona que ahora es Grecia? – Pregunta Jose
  • Shuuuuuu, ahí no llegar todavía, tu esperar – Le responde Alexander serio.
  • Ya pero, ¿Alí Pasha era verdaderamente otomano?, ¿regía bajo las normas del Sultán…?
  • Jose, shuuuuu, tu esperar, yo contar –le reponde Alex ya un tanto mosqueado.

Jajaja a mí me da la risa.

Y así continúa la visita, Jose cosiéndolo a preguntas y Alexander refunfuñando, menudo par, se nota que se ha creado complicidad entre ellos.

Esta fortaleza fue construida en el siglo XIX, y tiene una estructura triangular con el fin de tener una mejor defensa. En el centro del lugar se situaba el trono de Alí Pasha que daba a cinco estancias, y desde donde dirigía a su séquito. Entre las estancias, tenía el harén con más de sesenta mujeres, el dormitorio que compartía con la favorita de sus cuatro esposas, Basílica de religión ortodoxa curiosamente. En otra de las estancias estaba el salón de fiestas, donde desde un pedestal, Alí presidía las celebraciones en las que las bailarinas exhibían sus mejores movimientos al gobernante  y donde Basílica ardía de celos cuando este escogía a alguna de ellas para pasar la noche. Me hubiera gustado que por un momento, este Pashá hubiera visto a su mujer en el pedestal, eligiendo a un musculoso y bronceado semental dirigiéndose a su cuarto, en fin… La zona de las mazmorras es bastante escalofriante, ya que se siguió utilizando durante la época del comunismo, y Alexander nos muestra donde se llevaban a cabo las ejecuciones de los traidores al régimen.

         

         

Ascendemos por una escalinata que nos conduce a una espectacular terraza donde hay unas vistas preciosas de la bahía. Alexander nos cuenta que en verano se dan conciertos de música tradicional albanesa en este lugar y que él es cantante de uno de estos grupos folclóricos, pero que la estrella de Albania, es Katina. Saca el teléfono del bolsillo y nos pone vídeo de YouTube de esta señora cantando en este bonito escenario con su grupo,  todos vestidos con sus trajes tradicionales, ¡mola!.

          

En ese instante, alguien llega, Alexander baja para cobrar la entrada a unos visitantes, nosotros disfrutamos las vistas desde aquí arriba un ratito y cuando descendemos, nos espera en el lugar en el que Alí Pasha controlaba a su séquito, donde una tenue luz entra por uno de las pequeñas ventanas de la fortaleza y comienza a cantar para nosotros, el sonido choca contra estos muros creando una acústica inmejorable, además este hombre tiene una voz preciosa, esto no nos lo esperábamos y nos ha emocionado mucho.

  • ¡Bravo Alexander, bravo! –vitoreamos.

Alexander sonríe tímidamente y continua jajaja, si pensamos que esto era una despedida, no lo es. Este hombre tiene cuerda para rato, con lo que sigue contándonos anécdotas y curiosidades de este lugar y del que aquí vivió, el poderoso Alí Pasha, que tuvo un final bastante trágico por no obedecer las órdenes del sultán Otomano. Le rebanaron la cabeza, entregándola a este en una bandeja.

Y entonces comienza el momento de escenificar.

  • Tú, Alí Pasha ´- Le dice Alexander a Jose
  • Tú, Basílica –me dice a mí.

Los dos asentimos sin rechistar por supuesto, y hacemos todo lo que nos dice que hagamos para entrar en estos dos personajes de la historia otomana de este lugar, jajaja, este hombre es un crack.

Y ya con un hambre canina, abandonamos la fortaleza y nos vamos en busca de algo con que saciar nuestros estómagos.

Pasamos la noche allí con un magnífico entorno y pensando en esa cabeza servida en bandeja de plata.

Nos hemos despertado con un tiempo de perros, con lo que decidimos dirigirnos a Himara, una población cercana y alquilar un apartamento para ducharnos, lavar ropa, tener electricidad a tuti plain y además wifi, y de paso, vamos a aprovechar para hacer una buena tortilla de patatas, porque lo cierto en que en La Española nuestros menús, son sencillos con el fin de ahorrar gas.

Hemos encontrado por Booking, uno junto al mar por veintidós euros con todo incluido, perfecto. Pasamos la noche cerca, y bien temprano, nos apoderamos del piso que vamos a exprimir al máximo.

Justo cuando Jose acerca La Española cerca de la puerta, se lleva para adelante un cable que da la casualidad es el de la wifi, por lo que ya no tenemos uno de los imprescindibles. Avisamos al dueño, que nos dice que ya vendrá alguien a arreglarlo, pero aquí en Albania las cosas llevan otro ritmo.

Pues nada, vamos centrarnos en las lavadoras, queremos poner no sé cuántas, pero la primera lleva ya dos horas y no termina, ¡que desesperación! Pero eso no es lo peor, cuando termina, no hay manera de abrirla, pues estamos buenos… después de tres horas ya hemos conseguido tener la ropa tendida. Desde el salón vemos que una ráfaga de viento casi se lleva volando las sabanas, menudo vendaval.  De inmediato, recogemos toda la ropa y la ponemos como podemos en el interior y enchufamos el aparato de aire caliente.

No pasa ni media hora y nos percatamos de que el aire no funciona, ¡vaya!, pero no es sólo el aire, nos hemos quedado sin electricidad, con lo cual ni agua caliente, ni lavadoras ni tortilla… ya que la cocina es eléctrica. ¡Noooo ¡

Hablamos con el dueño y nos dice que el pueblo entero se ha quedado sin electricidad y que no se sabe muy bien cuando va a volver.

Pues nada, hemos alquilado un apartamento para tener todos los lujos y se nos han esfumado, y lo mejor que hacemos ante este tipo de situaciones es reírnos, no queda otra.

Ya con el tiempo un poco más tranquilo, visitamos alguna de las playas de los alrededores, donde nos volvemos a encontrar con estas setas de hormigón tremendas y donde decidimos entrar en una de ellas, puff vaya sensación. Como ya contamos anteriormente muchas de ellas han quedado abandonadas, y es el caso de estas que encontramos, aunque sinceramente, como nidito de amor, es un puntazo.

            

           

De vuelta y ya dirección sur, paramos en la fortaleza. Hemos avisado a Alexander de que pasaríamos a pagarle y nos está esperando. Nos recibe con su sonrisa tímida y por supuesto no quiere aceptar el dinero de la entrada, con lo que el par de dos comienzan a discutir hasta que Jose le mete el dinero en un bolsillo.

  • Vamos a por un café –nos dice.
  • Pues vale –le respondemos.

Nos montamos todos en su coche y de camino nos va explicando todo aquello cuanto aparece ante nuestros ojos.

  • Base militar dictadura –nos comenta
  • Montaña con aloe vera para chinos hacer cremas –continua
  • Playa con mil personas en verano –sigue con el tour
  • Jajaja –a mí me da la risa.

Nos lo pasamos pipa con él, lo gracioso, es que nos lleva a Himara, justo de dónde venimos.

Para un momento, hace una llamada y de un edificio baja una dama que se monta en el coche, el caso es que me suena su cara, siiii de los vídeos que nos había ensañado Alexander de los cantos tradicionales. Es Katina, la cantante ¡que gracia!

En cuanto monta en el coche, comienzan los dos a cantar, ¡qué bueno! Esto parece el orfeón donostiarra en versión albanesa.

Paramos en un café junto al mar y mientras nos tomamos un café, Alexander nos habla de la época del comunismo en Albania, que resume como el 60% no Ok y el 40% Ok. Por otra parte Katina que no habla el inglés llama a su hija que vive en Grecia por una vídeo para que hablemos con ella. Es todo muy curioso y particular, nos encantan los albaneses.

Después del café, Alexander nos dice que nos vamos de ruta a conocer esta ciudad, ya que tiene mucha historia. Estamos flipando, porque los dos se han dejado sus trabajos y nos llevan de excursión jajaja, Albania mola.

Ascendemos por una colina y en lo alto, hay un pequeño parking donde dejamos el coche y continuamos a pié, con unas bonitas vistas del mar y de las montañas que rodean esta población que es mucho más que una zona de playeo. Hacemos una parada en un colegio griego, donde nos presentan a los profesores que nos saludan encantados.

Siguiendo cuesta arriba, comenzamos a ver lo que fue la antigua Himara, una ciudad habitada por la tribus griegas Chaonias, y que durante los siglos XVI al XVIII estuvo bajo la jurisdicción de Roma en lo que respecta a términos religiosos, de hecho, muchos de sus habitantes, son católicos. Tienen su propio idioma, y querían independizarse del país, aunque nunca se llevó a cabo.

             

Se nos ha pasado la mañana volando y Alexander nos comenta que debería irse al castillo. Lo entendemos totalmente jajaja.

Nos despedimos a los pies de la magnífica fortaleza de Alí Pasha y tomamos rumbo hacia el Parque Nacional de Butrinto. ¡Adiós amigo!

                

De camino paramos a comprar algo de comida en Ksamil y los precios nos dejan alucinando, si Albania es caro, esta zona que parece que se ha convertido en el lugar de moda de veraneo de los Albaneses y posiblemente de mucho extranjeros, es prohibitivo.

Aparcamos el coche y vamos a dar un paseo, las aguas turquesas, la arena blanca y los islotes nos transportan a un lugar paradisiaco tal vez del sudeste asiático, o del Caribe, desde luego nunca diríamos que estamos en Albania.

            

            

            

             

Pasamos un par de días explorando la zona, y aunque el tiempo es todavía algo frío para sumergirnos en estas aguas cristalinas nos ponemos nuestros atuendos manchegos y nos inmortalizamos en el lugar más paradisiaco de un país que no ha dejado de sorprendernos cada día. Nos quedaríamos, claro que sí, pero Grecia nos espera, eso sí nos llevamos a Albania en el corazón.