LOS ÚLTIMOS DÍAS EN BOSNIA Y LA VISITA A LA PERLA DEL ADRIÁTICO (02-01-2021)

Debido a las lluvias, hemos decidido quedarnos unos días en Mostar, primero porque esta ciudad nos ha cautivado y queremos pasearla con calma aunque sea con paraguas, y de paso, aprovechar para poner al día nuestro blog del viaje, con lo que estamos en la búsqueda de una biblioteca pero sin mucho éxito.

Finalmente damos con un lugar que es un centro de croata de algo, pero sabemos muy bien de qué, y donde hay una habitación con muchos libros, wifi y enchufes, justo lo que necesitamos. Jose se adelanta para inspeccionar el terreno, y el señor que está al cargo, le dice que hay que ser miembro para poder utilizar las instalaciones, no sé cómo, pero imagino que que han los encantos de Jose con lo que finalmente accede a dejarnos y gratis, ¡perfecto!. El lugar es sobrio y un tanto descuidado, con una escalinata que bien pareciera la Casa Blanca Yugoslava. Sacamos de nuestra mochila todos nuestros dispositivos electrónicos y disfrutamos de un lugar tranquilo, pero a media mañana, aparece una rubia con cara de pocos amigos que susurra algo al oído al “bibliotecario” que cada dos por tres parece echarse una cabezada.

Minutos después, nos piden los pasaportes, que por supuesto no llevamos, pero se conforman con que les demos nuestro nombre y DNI.

Al final del día, me acerco amablemente a dar la gracias y a solicitar la posibilidad de volver mañana, pero el “bibliotecario” todo enfurruñado, se niega diciendo que ya nos había advertido ( a Jose) que nos dejaban hoy como regalo de Año de Nuevo, yo insisto, pero el hombre frunciendo el ceño nos confiesa la bronca que se ha llevado por parte de la rubia, directora de lugar. Intentamos calmarle diciendo que lo sentimos mucho y que agradecemos el regalo.

Por suerte, el primer día que llegamos a la ciudad, encontramos un lugar para pernoctar muy cerca del centro pero a la vez tranquilo, o eso pensábamos porque esta noche parece que un grupo de coches, que llevan una especie de luminoso arriba sin nada escrito no paran de llegar; dejan el coche arrancado y se ponen de conversación a toda voz junto a nuestra casa, por suerte nos son demasiado trasnochadores, pero nuestro rincón ideal creemos que ha dejado de serlo.

Esta mañana estamos en busca de un plan B. Muy cerca, hay una gasolinera con una cafetería y desde fuera, ya nos fijamos que había enchufes, algo importante para nosotros y sobre todo en época de lluvias. Pues allá que vamos de nuevo cargados, nos pedimos unos cafés y con música bosnia a todo tren, intentamos sacarle partido al rato que estamos en esta cafetería donde hay una topera enorme porque todo el que pasa se fuma al menos dos o tres cigarros. Todavía alucinamos con esto, pero no olvidemos que  sucedía en España hace quince años y era algo normal.

Tomamos la decisión de que hay que moverse, pero antes, aprovechamos las calles hoy solitarias de la ciudad para pasear al oscurecer, cuando las tenues luces ya han iluminado las callejuelas, y atravesamos de nuevo el puente que se ve más hermoso que el primer día, con la luna de fondo y el río Neretva rugiendo a su paso.

No demasiado temprano, porque lo automovilistas nos han dado la noche, ponemos rumbo hacia Stolac. Parece que el tiempo nos ha dado una tregua y por suerte encontramos un lugar junto al río que parece tranquilo, pero aquí en Bosnia y ya por experiencia, las apariencias engañan. Al oscurecer, un grupo se acopla a nuestra lado, van como cubas, con lo que esperemos que no se desfasen demasiado, y así es, después de un par de horas y haciendo eses, cada uno toma su rumbo.

Stolac, es una pequeña y simpática población al sur de Mostar, con construcciones de origen otomano, una ciudadela medieval y unas cascadas que merecen la pena, así como sus molinos, utilizados en la época para la molienda del trigo.

Su plaza invita a sentarse, y además el día de reyes nos ha regalado un sol magnífico, con lo que cuando los vecinos salen, unos de las mezquita y otros de la iglesia situadas una enfrente de la otra, se sientan a tomar el almuerzo, y eso mismo hacemos nosotros, disfrutar de los típicos del lugar, burek, una especie de pastel de carne delicioso y cevapi, salchicha de ternera acompañada de cebolla y de una salsa muy peculiar ajvar, hecha a base de tomate y pimiento.

             

              

Después del almuerzo, ponemos rumbo a Trebinje, pero hacemos una parada en una necrópolis medieval Radimlja, donde el chico que nos vende el ticket, se ofrece a darnos una explicación sobre este lugar un tanto siniestro. Por las explicaciones que nos da sobre los grabados en las tumbas, se representan escenas de la vida cotidiana y la que más curiosa nos parece es la de un guerrero saludando a los que por allí pasamos con una mano enormemente desproporcionada.

 Es uno de los más valiosos monumentos del periodo medieval de Bosnia y declarado de interés por la UNESCO por lo que está en lista de espera para ser declarado Patrimonio de la Humanidad.

La ruta hacia Trebinje a través del enorme valle del río Trebisnjica es una maravilla, sierras solitarias y ni un alma en esta carreta secundaría que esperamos sea la acertada, porque no llevamos GPS, los árboles tienen el aspecto de salicornios gigantes que parece que en cualquier momento se van a deslizar con el viento, atravesando esta llanura que vemos desde lo alto del precipicio de la ruta con alguna que otra curva de vértigo.

Entramos en la república de Srpska, una de las dos entidades políticas que forman Bosnia y Hezegobina, y que fue reconocida formalmente tras los acuerdos de Dayton que terminaron con la guerra de Bosnia en 1995.

Y por fin después de una hora de camino, un cartel nos indica que estamos en lugar correcto. A la llegada a Trebinje, nos sorprende que todo esté cerrado, seguimos sin ver un alma, ¿qué pasa?

La población de esta ciudad es en su mayoría ortodoxa, y celebran el año nuevo el  siete de enero, aunque cierto es que conviven actualmente también cristianos y musulmanes, parece ser que todo el mundo está recogido celebrando en familia. Como se ha echado el día encima, aparcamos junto al río y descansamos plácidamente.

Por la mañana y con el día un poco lluvioso, salimos a explorar la ciudad. Si bien es cierto que no hay demasiado movimiento, aprovechamos para explorar su casco antiguo de construcción otomana, y para dar un paseo al borde del río y admirar un magnifico puente de vértigo, también otomano.

                  

                 

Y como el tiempo no acompaña demasiado, decidimos pasar la tarde en un supermercado tremendo, donde como occidentales que somos, podemos encontrar casi todo aquello que deseamos, ya que hasta ahora, no era misión fácil en las poblaciones por las que habíamos pasado. Y con la nevera llena, hacemos última parada en un lugar muy especial, el monasterio Hercegovacka Cracanica con un maravilloso y místico interior y unas vistas de toda la ciudad y las sierras que la rodean. Bonito lugar para despedir Bosnia.

Y antes de adentrarnos en Montenegro, queremos hacer una visita a la perla del Adriático, Dubrovnik, su belleza no defrauda a los que paseamos por sus calles de mármol, en esta ocasión desiertas, lo cual nos hace sentir la ciudad de una manera especial. Su imponente muralla, sus maravillas arquitectónicas, sus casas de piedra con tejados rojos y el mar golpeando con fuerza este enclave de cientos de años.

                   

                      

                     

 Cada rincón de esta ciudad es un deleite y nos quedaríamos aquí días, pero hay continuar la ruta hacia Montenegro.