NUESTRO PASO CASI FUGAZ POR ESLOVENIA Y CROACIA (14-12-2021)

Nuestro paso por los Alpes italianos, ha sido una maravilla, pero cierto es, que las temperaturas nos han afectado un poco, anoche mismo tanto Jose como yo, estábamos algo mareados, han sido siete días durmiendo a -8ºC y haciendo caminatas duras para nuestra poca experiencia y equipación. Lo cierto es que nos apetece sol y playa, pero no queremos dejar de hacer una parada de unos días en Eslovenia.

Vamos de camino hacia Bled, uno de los pueblos que hemos elegido para visitar.  Atravesamos unos ciento cincuenta kilómetros de territorio austriaco, por lo que decidimos hacer una parada en un supermercado para comprar pan. Cuando vemos los precios, veo a Jose como loco, llenando el carro hasta arriba jajaja, Italia, tenía unos precios un tanto desorbitados para nuestros bolsillos, en lo que respecta a comida y a gasolina, pero lo cierto es que nos ha gustado tanto que no lo teníamos demasiado en cuenta.

La travesía hasta llegar a Bled, es preciosa, con paisajes nevados y carreteras muy despejadas, pero el frio, está siendo nuestro peor aliado y además comienza a llover, digamos que el cocktel no nos es nada favorable.

A nuestra llegada a la ciudad, revisamos la aplicación Park4night para ver donde montamos campamento y la sorpresa es que sólo hay un lugar permitido donde poder pernoctar y además cuesta 20€ el día.

  • ¿Cómo? –nos decimos los dos sorprendidos.

Pues parece que esta es la situación. Vamos a explorar el lugar y es un parking en un lugar horrible. En favor he de decir que tiene agua, electricidad y wifi. Decidimos recorrer la ciudad, en busca de algún otro lugar con un poco de encanto al menos, pero no es fácil circular con la nieve, por lo que acabamos claudicando, y pagando.

La noche ha sido tranquila y nos levantamos con ganas de visitar el magnífico lago Bled, rodeado de montañas con los picos nevados, una fortaleza y un islote que lo convierten un lugar bucólico. Muchas leyendas se cuentan sobre este lugar que parece desprender magia.

                

                

Pero cierto es que la magia se va cuando casi se me congelan la manos echando fotos, ó cuando pensamos en que tenemos que pagar otros 20 €.

Después de comer, decidimos poner rumbo a otra población Radovljica, vamos a probar suerte y ver si podemos dormir gratis. Nos topamos con un parking y preguntamos a un chico que no titubea en decirnos que no paguemos, jajaja pues genial.

Este pueblecito medieval es una maravilla, con su iglesia puntiaguda y sus casitas con los tejados blancos, es la prefecta postal navideña.

                

Como los días son tan cortos y el sol no termina de aparecer, tenemos la batería agotada, por lo que tomamos la decisión de ir en busca del sol, como lagartos. Por la mañana, después de quitar la costra de hielo de parabrisas, más felices que perdices ponemos rumbo al Adriático.

Todavía no sabemos seguro a qué parte, pero esto es lo divertido de ir viajando así, decidiendo en el último momento nuestros destinos. Vamos dejando atrás los picos nevados que se van trasformando en colinas con colores otoñales y el sol, ¡por fin el sol! Mientras conducimos, nos vamos despojando de toda esa ropa que nos sobra, porque el Adriático está a la vuelta de la esquina ¡que gozada!

Finalmente nos decantamos por la península de Istria. Sorprendentemente, hay una aduana para entrar en Croacia, y debemos mostrar nuestros pasaportes.

  • ¿Qué va fachare aquí? –nos pregunta el policía de aduana gesticulando y con cara de pocos amigos.
  • Pues viajar –le decimos.
  • ¿Qué otra cosa podríamos hacer aquí? –pensamos.

Justo en la punta de esta península adornada por olivos y viña se encuentra el Parque Natural Kamenjak, donde el verde de los pinos y el azul intenso del mar, nos deleitan mientras sentados en unas rocas con unas bonitas formaciones disfrutamos de la brisa, del solecito y de los 14ºC, nos sentimos más que afortunados por tener estas vistas delante de nosotros y nos ponemos nuestros atuendos manchegos para inmortalizarnos en este precioso lugar.

              

                    

Hemos buscado un lugar a las afueras del parque y con bonitas vistas al mar para pasar la noche, una pasada.

Bien temprano, unas voces nos depiertan:

  • ¡Open the door! –dice una voz desde fuera
  • ¡Darling!, que hay alguien fuera, que dicen que abramos –despierto a Jose que duerme como un tronco.
  • ¿Quién es? –preguntamos desde dentro.
  • Ranger, ¡open the door!

Jose salta de la cama y abre la puerta, es un guardabosques que nos advierte, por suerte sólo advertencia, que no está permitido pernoctar en Croacia fuera de un camping, esto tenemos que decir que nos ha sentado como un jarro de agua fría, y sobre todo porque es la primera noche.

Nuestras expectativas de Croacia se van al traste por un momento, pero no hay muchas alternativas, o conducir rápido y cruzar a Bosnia donde la zona es montañosa y seguro que hace frío o, darle una oportunidad a este país y agudizar el ingenio buscando lugares más remotos donde quedarnos.

Aprovechamos el día de nuevo en Kamenjak para pasear y descubrimos que aquí hay huellas de dinosaurios, curioso. De aquí nos dirigimos a Rovijne una preciosa población y muy colorida. Antiguamente un islote que fue un importante puerto en su época y que ahora acoge a cientos de turistas en la época estival, pero por suerte, ahora está tranquilo y dentro de lo que cabe silencioso, porque han organizado una cerrera benéfica no sabemos muy bien para qué y una croata no para de berrear por un altavoz, rompiendo el encanto de este bonito lugar. Al ser temporada baja, la mayoría de restaurantes están cerrados y para una vez que decidimos darnos un festín, no parece posible, hasta que pasamos por un edificio de piedra muy bonito que alberga un restaurante y que parece que encaja en nuestro presupuesto, y sí éxito total probamos delicias del mar y de estas tierras, riquísimo todo.

                

              

La noche la pasamos en lugar un tanto extraño, digamos un cruce de caminos que descubrimos merodeando por un camino de cabras.

Ponemos rumbo a Motovum, un pueblecito de montaña en el centro de esta península y muy conocido por la trufa, estas tierras esconden un gran tesoro gastronómico, pero como ya llenamos la despensa en Italia, la trufa croata, la probaremos en otra ocasión. Llagamos ya al anochecer, rondando las 16.30h y vemos un parking lleno de coches, pero por suerte, encontramos nuestro hueco. Sobre las ocho de la tarde, comienza a sonar una música por todo lo alto, y los coches siguen llegando como hormigas que vuelven con su botín a su hormiguero.  Por suerte, a las diez silencio absoluto y dormimos como troncos.

                                                               

La cuestión es que como nos acostamos muy temprano, parecemos gallos mañaneros y las siete, estamos despiertos todos los días. Hay una niebla que no nos deja ver ni el mismo pueblo y un frio que pela, por lo que sin más, ponemos rumbo hacia la costa. Durante el recorrido, curiosamente pasamos por un tramo nevado, en lo más alto de esta península, y desde donde divisamos un paisaje de islotes y el sol tímidamente iluminándolos.

En lo que respecta a pernoctar, estamos teniendo suerte por el momento, porque lo carteles de prohibido aparcar autocaravanas están por todas partes, en cierto modo, no nos sentimos demasiado acogidos viendo este sin parar de prohibiciones.

Antes de seguir ruta hacia el sur, decidimos hacer la compra, como vinimos cargados de Austria, no hemos necesitado ir al supermercado, pero cuando entramos al primero, un KONZUM, la variante Croata del CONSUM, alucinamos con los precios, todo carísimo ¡qué ruina! Nos preguntamos cual es el sueldo medio de un Croata, por otra parte, tampoco entendemos que en un lugar con tanto mar, no haya una buena pescadería en estas grandes superficies, algo no cuadra.

Comenzamos nuestro recorrido a través de la costa ya con la nevera llena y es una auténtica maravilla, curvas que nos van mostrando una costa en su estado más salvaje, islotes que más que terrestres nos parecen un paisaje marciano, y pueblecitos costeros solitarios con sus tejados rojos, porque así como suena no hay ni Dios en ningún lugar.

Decidimos parar en uno de estos pueblos, Stinica junto al Adriático y con unas vistas preciosas, intentamos camuflarnos un poco, pero francamente no pensamos que vaya a venir la policía además, hace un tiempo espectacular, poco me falta para darme un remojón en estas aguas cristalianas, aguas adriáticas. Paseamos por el lugar y simplemente pasamos el día contemplando la belleza del lugar.

             

Tenemos dudas de hacia dónde continuar, hemos conocido a través de las redes sociales a Enrique, un chico sevillano que lleva varios años viviendo en Split, por lo que puede ser un buen destino, pero el problema es donde aparcar en una ciudad tan grande. Por otra parte se avecina temporal y nos gustaría pasar la nochebuena en un lugar seguro, o sea de donde no  nos vayan a echar a media cena.

Barajamos dirigirnos al parque nacional Paklénica, pero dormimos a los pies del parque y hace un frío tremendo, descartado. De Camino, pasamos por el Parque Nacional Krka y aunque el día está un tanto inestable, decidimos pasar a visitarlo, porque además en esta época del año, la entrada es reducida, y por 4€ disfrutamos de un espectáculo acuático. Pasarelas diseñadas para tener una experiencia en una naturaleza de lo más bucólica y por suerte solos, no hay nadie, bueno, lo de nadie es relativo, cuando nos entra el hambre, sacamos unos bocatas y nos vemos rodeados de cinco felinos con cara de “o me das o te lo quito”, y no hay manera de poder comer con unas vistas maravillosas. Justo al llegar a la Española, estalla la tormenta, por lo que decidimos quedarnos aquí a pasar la noche, bajo el riesgo de expulsión, aunque nos hemos atrincherado entre unas oliveras que disimulan nuestra presencia. Una vez que cierran la taquilla, respiramos.

                

               

               

Bien temprano, ponemos rumbo hacia la costa de nuevo, hemos decidido pasar un par de días en un camping, para tener una Navidad tranquila y con electricidad, agua y sobre todo una lavadora. Llegamos al primero, cerrado, el segundo cerrado, y así continuamente hasta siete por los que pasamos, está claro que no hay “lujos básicos” este año para Nochebuena.

Justo al paso por Primosten, que desde la carretera se ve como un Islote, le digo a Jose de parar a explorar, y descubrimos un precioso pueblo, paramos en un bar y por suerte hay gente, al mismo entrar una topera de tabaco nos invade la narices, sorprendente, aquí está fumando todo el mundo. Preguntamos por un camping y nos miran como bichos raros, jajaja nos da la risa, a malas penas podemos comunicarnos, pero tiran del italiano y básicamente nos dicen que no hay ningún camping abierto porque es temporada baja, entonces preguntamos por la biblioteca, nuestro lugar mágico para cargar electrónicos, pero en este caso es a ellos a los que les da la risa.

             

Después de dar una vuelta, Jose se percata de algo inaudito:

  • ¡Darling que hay enchufes en las farolas! –me dice Jose
  • ¿En serio? ¿pero funcionan?

Pues sí, funcionan. Nuestro deseo de Navidad concedido y gratis. Decidimos instalarnos en este Boulebard y darnos una buena ducha con secado de pelo incluido, ¡qué lujazo! Y ya con electricidad, decidimos quedarnos aquí unos días, el agua nos la suministra el bar jajaja.

Y por fin Nochebuena, ¿qué más podemos pedir? Un sitio bonito y tranquilo y un menú de lujo que hemos ido colectando de cada uno de los lugares por los que hemos pasado: queso manchego de Ciudad Real, jamón de jabugo de Guijuelo, anchoas de Santoña, pimientos rellenos de ricota y salchichón de jabalí de la Toscana, foie gras de Francia… todo un banquete.

                              

La noche que parece tranquila, torna es una tormenta de días, pero aquí nos sentimos seguros y con luz, hasta que saltan los fusibles de la farola, por suerte, han saltado.

Después de dos días de tormenta, nos hemos levantado y parece que hay un claro, con lo que aprovechamos para ir a buscar agua a algún lugar, ya que en el bar nos llenaban bombonas, pero nos interesaría llenar el depósito. Al paso por el puerto deportivo, preguntamos a un pescador que nos indica donde hay un grifo, y como no hay vigilante, allá que vamos, justo a medio llenado, se nos acerca un coche a toda velocidad y gritando en inglés:

  • ¡Agua gratis, electricidad gratis!,¡ esto es Croacia!

Con las mismas, derrapa y se retira si cabe más rápido, pero nos deja boquiabiertos.

Volvemos junto a nuestra farola y como hay varios enchufes, nos conectamos a otro, justo unos minutos más tarde, vemos el mismo coche parado echándonos fotos. ¿¡Será posible!?.

La verdad que ya nos quedamos con la mosca detrás de la oreja por si decide ir a chivarse a la policía, pero por suerte, quitando una señora que se acerca refunfuñando también por la conexión a la farola, nadie nos molesta.

Y después de tres días, decidimos levantar campamento, está claro que aquí no nos sentimos acogidos y ponemos rumbo a Split, pero más que para visitar la ciudad y a Enrique, que nos comenta que está en cuarentena por el dichoso covid, en busca desesperada de una lavandería. Y en Music Laundry (Lavandería Musical) un lugar lleno de posters de grupos musicales y con música de los 90 de fondo, pasamos el día junto a Tomislav, un chico Croata que nos pone al día de la situación de su país: sueldos bajos, elevados impuestos y precios europeos, además si se tiene en cuenta de que en la costa la gente vive del turismo, llegamos a entender los cientos de carteles vetando el estacionamiento de las caravanas, que deben agolparse en la zona costera y que pocos beneficios dejan a estas gentes que viven asfixiadas para llegar a fin de mes. Y ya con nuestra ropa limpia nos ponemos en ruta hacia Bosnia, a ver que nos depara este nuevo país.