LA ENTRADA A FRANCIA UN TANTO INSEGURA (05-11-2021)

Finalmente decidimos cruzar a Francia por el paso Larra Belague efectivamente el tramo de bajada con curvas infinitas no está demasiado limpio, pero Jose a una velocidad de tortuga controla la situación como siempre y lo conseguimos sin ningún problema, y ya relajados, disfrutamos de la nieve como crios.

                  

 

Queremos huir del frio y poner una solución a las goteras, por lo que hacemos el descenso del Pirineo lo más rápido posible hasta llegar a la bella ciudad de Pau. La cordillera nos va a acompañando durante nuestro recorrido y en esta bella urbe elegida en el siglo XIX por ingleses y americanos para pasar el invierno por su clima suave, hacemos una parada para pasear por sus calles y visitar el magnífico castillo que perteneció a los reyes de Navarra y que fue transformado en el siglo XVI por  Margarita de Angulema, más conocida como la reina Margot.

Después de la magnífica vista de los Pirineos desde el Boulevard de la ciudad partimos rumbo a Carcassona por carreteras secundarias, con magníficas vistas de viñedos que nos ofrecen unos bonitos colores anaranjados, pero todo hay que decirlo, los viñedos españoles son más hermosos.

                  

                   

Ya han cambiado la hora y cada vez anochece antes, pero como no nos hemos acostumbrado, hoy se nos ha pegado el arroz y nos ha caído la noche encima sin tener lugar para dormir, y para colmo la aplicación que utilizamos nos ha jugado una mala pasada y nos ha llevado a un sitio que en realidad es un camino, por lo que damos media vuelta en busca de un pueblo donde poder encontrar un sitio medio tranquilo. Si algo nos hemos prometido, es llegar al os lugares a pernoctar de día, con el fin de hacer la evaluación de lugar y ver la sensación que nos da, porque de noche todos los gatos son pardos. Finalmente, encontramos un aparcamiento con buena pinta donde podremos descansar.

Por la mañana temprano, ponemos rumbo y con muchas ganas a Carcasona, esta ciudad medieval, la visitamos hace muchos años durante mi estancia en Montpellier para aprender francés y nos encantó. A la llegada, buscamos un lugar donde aparcar La Española en la aplicación PARK4NIGHT, que es la que solemos utilizar especialmente en las ciudades. Los comentarios que leemos de otros viajeros son de lo más desoladores. No hay ni un lugar en la ciudad donde no hayan robado a las furgonetas y caravanas, ¡pues vaya faena!

Ayer enviamos un e-mail a un periódico de la región y nos han llamado para hacernos una entrevista, por lo que no sabemos qué hacer, Jose opina que nos vayamos, yo le propongo ir a un camping y una vez hecha la entrevista y visitado la ciudad nos vamos. Finalmente elegimos la segunda, pero cuando llegamos al camping está cerrado, pues está bien la cosa. De camino de vuelta a la ciudad vemos una funeraria a las afueras, y ni cortos ni perezosos aparcamos en toda la puerta, comentamos con el dueño la situación y nos permite quedarnos, imaginamos que aquí no vendrán a robar.

Tomamos una calle empinada que creemos nos dirige a la fortaleza, es estrecha pero de dos sentidos, y francamente tememos que nos atropelle uno de los locos que circulan por aquí, con lo que cuando tenemos las almenas de esta magnífica ciudad delante de nosotros respiramos. Nada más atravesar una de las puertas de la muralla, no damos crédito, un coche boca abajo junto a uno de los torreones, el conductor y mecánico de no sé qué, a todo esto le cuenta la historia a todo el que pasa por ahí. Parece ser que no se dio cuenta de que había un pequeño precipicio, madre mía menudo susto se tuvo que pegar, pero sin duda despacio no iría.

Damos una vuelta por las callejuelas empedradas, apenas hay gente, lo cual nos hace disfrutar más del paseo, pero francamente no despierta en nosotros lo que hace diez años, tal vez nuestros gustos hayan cambiado, pero vemos una fortaleza medieval que se ha preparado para albergar miles de turistas, con lo que todo el interior es un enjambre de restaurantes y cafés.

                    

                    

A todo esto, cuando hablamos con el periódico les dijimos que eramos dos españoles, de La Mancha, que andamos dando la vuelta al mundo vestido de manchegos y que ponemos un puesto de venta y que además a veces, bailamos la jota manchega. Ellos nos preguntaron

  • Pero ¿qué vais a hacer exactamente?
  • Pues poner un puesto vestidos de manchegos.
  • Ya pero ¿y qué más?
  • Explicar a la gente nuestro proyecto de dar la vuelta al mundo.
  • Ya, pero ¿y qué más?
  • Pues podemos bailar manchegas
  • Ya pero ¿y qué mas..?

Pues son la cuatro de la tarde y no nos han llamado, tal vez no seamos suficiente atracción para los franceses, con lo que si no nos han llamado ya, raro será que lo que hagan.

Tomar rumbo hacia Beziers para pasar allí la noche, tal vez sea más agradable que en la puerta de la funeraria. A la llegada, hay un tráfico tremendo, ruido de sirenas, policías parando el tráfico… en definitiva caos, que es lo que menos nos gusta cuando viajamos.  Vemos un lugar junto al canal, aunque hay un edificio que parece abandonado y tiene los portones abiertos, Jose se asoma y ve un poco de todo, sillas, sillones, una hormigonera y todo tipo de bártulos… Justo cuando decidimos después de deliberación ir a visitar la ciudad, llega una furgo destartalada y con la puerta de atrás abierta y llena de más “bártulos”, del vehículo baja son una pareja de gitanos con pintazas que clavan su mirada en nosotros.

  • Jose ¿qué hacemos?
  • Pues no sé la verdad.

Nos entran dudas de si largarnos o hacer la visita, pero con la posibilidad de que a la vuelta no quede ni rastro de La Española.

Decidimos ir a ver la vista desde el río y lo que nos encontramos es toda la ciudad en obras, la vista es horrorosa, y para colmo estamos muy inquietos, por lo que nos volvemos echando humo. A la vuelta, justo enfrente de nosotros hay otra gitana de buen tamaño con los brazos en jarro y con mirada más que desafiante…

  • ¡Jose vámonos pero ya!

Buscamos un lugar a las afueras, apartados del mundanal ruido y de los peligros que parecen nos acechan y entre viñedos dormimos como lirones.

              

Si cierto es que la entrada en Francia ha sido un tanto insegura, queremos darle una oportunidad y decidimos ir rumbo a Aviñón y Pont d´Arc, un magnífico acueducto romano y patrimonio de la Humanidad, pero cuando llegamos nos llevamos la sorpresa de que hay que pagar 10€ por persona, ¿ en serio..? Es como si para ver el acueducto de Segovia hubiera que pagar, si ya la gasolina y la comida son carísimas, sólo nos falta el tener que pagar para ver este tipo de monumentos. Para nosotros no son unas vacaciones de tres semanas, sino un viaje muy largo y debemos medir bien donde gastamos el dinero, así que miramos el mapa y vemos que hay un paraje natural cerca, las gargantas del Gardón, que nos puede venir como anillo al dedo para desconectar.

Hacemos una magnífica caminata y decidimos pasar la noche es este tranquilo paraje, y aunque la lluvia nos acecha, el manchego ya se ha encargado de sellar las goteras.

                

Por la mañana, ponemos rumbo hacia Aviñón, ¿a ver qué tal se porta esta ciudad?

Aparcar en esta emblemática ciudad es misión imposible, por lo que decidimos quedarnos a la otra orilla del Ródano en Villeneuve –lès –Avignon, una población tranquila donde hemos encontrado un aparcamiento de lujo cerca del caso antiguo.

Las lluvias continúan y decidimos buscar una biblioteca donde poder tener los básicos, electricidad para cargar los electrónicos que debido a la escasez solar están secos y de paso aprovechar la wifi para poner al día nuestro blog. Por suerte, estamos vacunados ya que uno de los requisitos para entrar al recinto es tener el “Green pass” como le llaman aquí al certificado de que nos ha chutado a saber qué.

Después de un par de días por fin se deja ver el sol que vemos como asoma por las cortinillas de nuestra casa, además vemos que el paraje solitario donde habíamos aparcado se ha llenado de cientos de coches que nos rodean por diestro y siniestro. ¿Qué pasa?

Cuando bajamos de nuestro refugio vemos la algarabía de la gente que viene desde el otro lado de la calle con bolsas llenas de compra. Nos asomamos y vemos un mercado que parece un hervidero. Perfecto, aprovecharemos para hacer la compra. En los puestos uno puede encontrar un poco de todo, pero sobre todo productos frescos y artesanos. Jose en seguida entabla conversación con uno de los tenderos que es de origen marroquí y al que aprovechamos para bombardearlo a preguntas de lo que es necesario para poner un puesto, pensando en el nuestro. Los trámites nos echan para atrás sobre todo porque hay que pedirlo con bastante anticipación y deben aprobarlo, está claro que en Francia poca venta vamos a hacer. Después de llenar la despensa nos acercamos a Aviñón, una magnífica ciudad amurallada y que por albergar la sede del papado en el siglo XIV tiene magníficos edificios de la época así como una grandiosa muralla donde se alberga la ciudad antigua. Una de las atracciones es su famoso puente del siglo XII. Pero también tenemos claro que no vamos a pagar por pasar sobre él.

                    

                    

Si bien es cierto que el tiempo no acompaña demasiado paseamos por las calles de la ciudad y disfrutamos de su arquitectura hasta que comienza de nuevo la lluvia. En principio decidimos pasar la noche en el lugar de los días anteriores, pero justo cuando estamos dándonos una ducha, llaman a la puerta.

  • ¡Policía policía!
  • Un momento, por favor.
  • Jose se acelera y sale con el pelo chorreando
  • Deben abandonar el lugar, aquí está prohibido pernoctar.

Nos batimos en retirada hacia no sabemos dónde,  porque por el momento no estamos demasiado entusiasmados con Francia.