ATENAS CON AMIGOS (24-02-2022)

Por la mañana y con un buen aguacero, nos despedimos de nuestros amigos belgas. Ellos van dirección Ioannina, tienen visita de los padres de Laura y nosotros dirección Atenas, también tenemos visita y de esas que recargan las baterías. El puente de febrero, parece que va a traer muchas alegrías a los viajeros.

Hacemos una primera parada en Camper Club, la empresa de autocaravanas que habíamos contactado cuando nos surgió el problema con la caldera.

A pesar de que a primera vista, nos parecen cuatro chavales con pintas de modernos y manchas de grasa y pintura en sus atuendos, lo cierto es que Tasios el chico que nos atiende, es una máquina, en seguida da con el problema del frigo, nos ponen también unos cuantos remiendos por aquí y por allá, pero el problema de la caldera, no tiene solución, o al menos aquí no nos la pueden dar. Ya no se fabrican piezas de repuesto de este modelo y cualquier avería es imposible repararla. Tasios no recomienda poner una nueva, pero vale una pasta, y aquí surge el dilema:

Por una parte pensamos que si hemos pasado un invierno sin ella, podemos pasar más, pero por otra, también consideramos que es nuestra casa y que queremos vivir en ella muchos años, con lo que es sabio invertir ahora que tenemos ahorros y no dentro de un año cuando estemos secos. Con lo que al no tener demasiadas opciones, el veredicto del equipo manchego es unánime y decide ir adelante con la nueva caldera. Dejamos un depósito para que realicen el pedido y nos vamos con la música a otra parte.

Aparcamos en un centro comercial cercano al taller, donde además de pasar la noche, queremos aprovechar para hacer algunas compras imprescindibles, como la guía de viajes de Irán. Cuando entramos a la librería, enseguida nos hacen el alto.

  • Por favor, certificado de vacunación –nos dice el empleado.
  • Un momento –respondemos.

Hace siglos que no mostramos el documento y no sabemos ni donde lo tenemos. Rebuscamos en los archivos del wahtshap y finalmente aparece, pero al escanearlo el empleado, no hay manera de que salga el símbolo “V” de válido, de victoria, de... En fin, se me ocurren una serie de palabrejas que pueden servir para ese momento en el que si llevas la dosis eres admitido en la sociedad y si no, pues la llevas clara, porque no vas a poder comprarte ni unos calcetines, al menos en Grecia.

  • El escáner no puede leerlo, ¿de qué fecha es la última dosis? –nos pregunta el dependiente.
  • De julio –le respondemos.
  • Pues lo siento pero no es válido en Grecia, está caducado y les pido por favor que abandonen la tienda.
  • Nos vamos un tanto mosqueados, porque en España si es válido y debería de haber una normativa europea, si no, ¿para qué estamos en Europa?

Alucinamos que en un país que a primera vista, es un tanto desorganizado y poco riguroso que tengan estas medidas tan estrictas.

Esto nos vuelve a pasar en diferentes establecimientos y llegamos a la conclusión de que algo habrá que hacer al respecto.

En cualquier caso esto es secundario, por el momento en lo único que pensamos es en que mañana tenemos visita y estamos deseándolo.

El equipo que viene, juega en primera división, y nosotros estamos un tanto desentrenados, ya que llevamos una vida camper bastante sana.

La More, natural de Tobarra, un terremoto de amiga, y allá donde hemos vivido, allá que ha venido a visitarnos, esta More nunca falla.

Sergio, su pareja, jienense de nacimiento pero de alma tobarreña, adaptado a la vida local de nuestro pueblo desde el primer día, vamos un crack.

Josechu, burgalés pero adoptado por tierras manchegas, nuestro magnífico reportero, vamos que gracias a él hemos saltado a la fama.

Silvia, otra amiga tobarreña y pareja de Josechu, también se apunta con su chico a un bombardeo y ambos son inagotables, incombustibles y muy majos.

Con lo citado nos queda claro a todos que va a arder Atenas.

La llegada a la gran urbe nos perturba como siempre que dejamos la naturaleza, pero esta en especial, es caótica. El tráfico, el ruido, gente durmiendo en las calles, basura por todas partes, edificios grafiteados y de fondo, el Partenón, sin duda un cóctel molotov.

Si Atenea levantara la cabeza y viera el caos en el que está sumida su ciudad, llamaría a Zeus para que la destruyera lanzando un rayo y dejándonos fritos a todos.

Lo cierto es que poco nos importa el estado deplorable de este lugar, sin duda lo que nos importa es nuestra visita.

Aparcamos La Española en un parkópolis, o sea un parking griego, cerca del puerto, está un tanto retirado, pero era el más económico. Una mujer muy agradable nos cobra los tres días que hemos decidido dejar nuestra casa y nos da una llave por si queremos entrar a partir de las doce, aunque parece que desde las 20h hasta las 24h, está abierto pero no hay nadie. No sé yo, a mí no me inspira mucha confianza, pero la señora nos asegura que no hay problema.

Con un pequeño petate, tomamos el tranvía que nos lleva al centro. Lo que hemos observado es que la gente se cuela delante de las narices de los guardias que controlan las estaciones y estos hacen la vista gorda, con lo que más adelante aplicaremos la técnica ateniense de no pagar si lo vemos oportuno.

Tenemos la dirección de nuestros amigos, que han alquilado un apartamento para los tres días que se quedan por tierras griegas, pero encontrarlo no es tarea fácil, la zona parece un laberinto de callejuelas estrechas y algunas sin salida, pero finalmente damos con él.

Tomamos el ascensor y cuando llegamos a la tercera planta, estamos todo emocionados, pero al llamar al timbre no responde nadie.

  • Vaya, ¿nos habremos equivocado? -dice Jose.
  • Pero este era el número y el piso –le respondo.

Escuchamos voces en la terraza y allá que vamos, al abrir la puerta, saltamos todos de alegría fundiéndonos en un abrazo a seis y botando como chiquillos jajaja, una buena escena con las azoteas de Atenas de fondo y una maravillosa vista del Partenón.

El apartamento está a dos minutos de la plaza Monastiraki , el corazón de Atenas, que más que la ciudad de la cultura y del esplendor griego, parece un campo de refugiados de diversas nacionalidades, donde cada uno tiene su cometido: Unos conseguir un mendrugo que echarse a la boca, otros vender los típicos horteros recuerdos de viaje, otros servir kebabs a toda velocidad, y el nuestro, visitar la Acrópolis. Poner en órbita a toda la trupe no es tarea fácil y nos hemos puesto un objetivo bastante realista.

Entre el gentío de una manifestación contra la guerra de Ucrania organizada por el partido leninista griego, divisamos en lo alto de la colina Sagrada, la silueta de la Acrópolis mutilada por los continuos arrebatos de lucha de los Venecianos, los Turcos y ni qué decir del saqueo posterior de los ingleses. Yo que he visitado el British Museum, casi me da un infarto cuando vi media Grecia embutida en las salas de este museo.

El día ha amanecido caluroso para ser febrero y como vamos sin prisa, se nos han hecho las tantas, porque nos entretenemos con todo aquello que aparece delante de nuestros ojos. Nos ponemos monte arriba en busca de los vestigios de la Grecia clásica, y a pesar de que más de uno de nosotros nos sentaríamos en una terraza a tomar unas birras, sabemos que no hay que dejar para mañana la tarea de hoy, con lo que aunque nos perdemos unas cuantas veces de camino porque vamos en la inopia, llegamos a nuestro destino, donde una larga cola, por unos segundos nos hace hasta dudar sobre quedarnos o largarnos. Por suerte Silvia tiene las ideas muy claras y hace fuerza con alguien más, no recuerdo quien, para llevar a cabo el plan. En ese momento se nos acerca Iota, una mujer griega con un bien dominio del español y nos ofrece una visita guiada.

Francamente, hacía tiempo que imaginaba la visita a este magnífico lugar, tal vez al atardecer, con lo rayos del sol entrando por las columnas de esta increíble construcción, y cuando apenas hubiera gente, para poder sentir el alma griega entre estas moles construidas hace cientos de años. Y sin embargo se nos ha hecho la una del mediodía, hace un calor tremendo, yo me muero de sed y el lugar está petado de gente, pero… Francamente no me importa, y creo que al resto tampoco.

Iota nos propone un tour de una hora y media aproximadamente por 90 €, con descuento incluido, ya que normalmente cobra 20 € por persona. Esto sería quince por cabeza más la entrada, lo que supone 25€ por cabeza. Excesivo desde mi punto de vista, con lo que le propongo 10€ por cabeza a lo cual accede y todos conformes.

En cuanto comienza la explicación, y a pesar del gentío, esta mujer es capaz de transportarnos a otra época, a la de Pericles, responsable de esta magnífica construcción; el Partenón, llevada a cabo  entre el 447 y el 438 AC. Su función, no era otra que albergar una magnífica estatua de doce metros de altura  de la Diosa Atenea esculpida por Fidias y revestida en oro y marfil.  Por desgracia tuvo un trágico final, fue robada, llevada hasta Constantinopla y finalmente quemada.

Las moles de mármol blanco nos dejan a todos con la boca abierta, a mí hasta se me ha pasado la sed y las ganas de hacer pis delante de este templo majestuoso y perfecto. Sin embargo, su realidad geométrica es un engaño, ya que los arquitectos, curvando la base, buscaron lograr que nuestra vista la encuentre recta y proporcionada, así como regular en todos sus ángulos, cuando en sus verdaderas medidas, no es así, pero el truco arquitectónico funciona.

Cuando nos queremos dar cuanta Iota se está despidiendo de nosotros, pero… ¿ya? Lo cierto es que ha pasado media hora volando y lo que también es cierto es que ha hecho recorte en la explicación por el regateo.

En cualquier caso, nos ha encantado y las tripas ya empiezan a zurrirnos y todavía hay que hacer el reportaje de fotos. Justo en uno de los momentos de pose, aparece un grupo de muchachos impecables vestidos de marineros.

  • Anda, estos deben ser los chicos del Juan Sebastian Elcano –se pronuncia Josechu
  • ¿En serio? –preguntamos el resto a coro.
  • Chicos ¿sois…?
  • Sí -nos responden ellos a coro.
  • Una cosita, ¿me podrías tomar en plan Norma Dubal? –se pronuncia La More
  • ¡Jajajaja! –nos partimos todos de risa excepto los marineros.

Y de una manera elegante salen del marrón sin pasar por el aro. Eso sí, nos inmortalizamos con ellos y además nos invitan a que vayamos a visitar el barco que está en el puerto, ¡que guay!

             

               

               

Y ya con un hambre descomunal descendemos el cerro en busca de un lugar donde saciar nuestro apetito. Es sábado y Atenas está a reventar, no hay lugar que nos ofrezca ni un bocata, andamos y andamos y por fin, a las cuatro de la tarde, encontramos una mesa para los seis en un restaurante mejicano donde nos van a clavar seguro, porque le lugar es más que chick.

La sesión de comida y sobremesa con tequilas incluidos termina casi a las siete de la tarde, donde para bajar todo ese picante paseamos por las calles del centro hasta que decidimos seguir la fiesta en el piso.

A pesar de que no hemos trasnochado demasiado, nadie madruga, además teniendo en cuenta el objetivo del día: visitar el Juan Sebastian Elcano, prisa la verdad que no tenemos, y después de la comida de ayer, hemos aprendido la lección, hoy primero comemos y luego hacemos la visita.

Tomamos el metro para llegar al Pireo y justo a la salida, un chaparrón tremendo nos cae encima, tal vez, no sea el mejor día para hacer la visita a un barco jajaja.

Bajo la lluvia, vamos en busca de un restaurante donde poder comer, pero se ve todo un tanto desangelado. Al doblar una de la calles vemos un lugar bastante curioso, con una decoración un tanto barroca y sombreros mejicanos en la puerta.

  • Chicos mejicano otra vez no –se pronuncia alguien del equipo.

Yo me acerco a ver la carta y enseguida una señora entrada en carnes viene hacia mí  para confirmarme que hay pulpo y a las dos, espectáculo de música en directo. Mientras, el resto del grupo avanza hasta otro chiringuito que no tiene gracia alguna. Hay división de opiniones, pero  finalmente lo del directo, consigue convencer al resto.

El caso es que una vez ya en el local, nos damos cuenta de que no es mejicano, sino que como es carnaval, han puesto los sombreros de decoración, de hecho es un restaurante griego con platos típico de pescado.

Las paredes están repletas de fotos de la señora, que es la dueña y de otro muchacho con gente famosa, además hay todo tipo de objetos colgados en el techo que junto con la decoración carnavalesca no han dejado ni centímetro cuadrado del local libre de ornamentación.

No hay nadie más en el restaurante y Catherina, la dueña está más que encantada con nosotros. Nos trae la primera ronda y con ella comienzan las risas, en seguida aparece Serafín, un chico que primero pensamos que es su hijo, pero que luego nos cuenta que es albanés y que lleva aquí unos años trabajando, un encanto de muchacho. Pero la guinda la ponen Nikos y Stafi, los músicos.  Ya entrados en años, el primero parece un galán griego, con su jersey de cuello alto y su perilla y el segundo parece un Einstein al que hayan metido veinte kilos de helio en cuerpo. Lo cierto es que tocan genial, nos deleitan con folclore griego mientras disfrutamos de una “magnífica” fritanga de pescado bañada con litros y litros de cerveza. Llega un momento en que las piernas piden movimiento y salimos todos a bailar, teniendo como espectadores a dos griegos que nos miran con caras raras mientras damos la nota como Dios manda.

Después de más de tres horas de comilona, de bailes y de risas con estos personajes tan pintorescos, decidimos antes de que sea demasiado tarde, ir a buscar el Juan Sebastián Elcano, que según uno de los marineritos, se divisa enseguida en el puerto.

Una hora nos cuesta dar con el barquito y además vamos a toda leche para que no se pase el horario de visita, cuando ya damos con el muelle, un guarda nos impide el paso diciéndonos que hay que dar media vuelta y pasar por el edificio contiguo.

Cuando entramos, vemos una larga cola donde todo el mundo muestra su certificado de vacunación. En este momento, nos pega un bajón total, porque si en las tiendas no nos dejaban pasar, aquí va a estar complicado.

Llega nuestro turno y efectivamente, tanto a Jose como a mí nos dicen que sintiéndolo mucho no es posible, nuestro certificado ya está caducado. Por mucho que les lloramos, no hay manera. More y Sergio, consiguen pasar, pero Silvia y Josechu, olvidaron descargar el certificado de la tercera dosis, con lo que los vemos todo afanados en una esquina intentando hacer el trámite que finalmente no consiguen, vaya par. Como si nos hubiesen pegado un bofetón en la cara, cabizbajos nos damos media vuelta mientras vemos alejarse a More y Sergio hacia el barco cumpliendo el objetivo del día.

Lo cierto es que enseguida proponemos plan B, volver al Steki tou Artemi, jajaja menuda palabreja, pero vamos el bareto donde hemos comido y esperar allí a nuestros amigos tomando una copa. Pues sí, una detrás de otra, hasta que el local comienza a animarse, los músicos se han instalado junto a nosotros en la terraza, donde la iluminación es espectacular.

Cuando llegan More y Sergio, se apuntan a la jarana y es cuestión de minutos que Jose y yo nos bailemos unas manchegas, continua la mesa de al lado dándolo todo con bailes típicos griegos y en otra mesa, un tipo de Constantinopla, nos invita a una ronda, y entonces comienzan los pasos dobles, el colega engancha a La More y la estruja contra su panza, a Sergio lo engancha Catherina y se lleva algún tetazo que otro jajaja.  Menuda fiesta, y como no quieren que nos vayamos, cada vez que hacemos el intento, nos invitan a otra ronda jajajaja esto es muy top. No hemos conseguido ver el barco y ahora pensamos “Ni falta que hace”.

Luego descubrimos que la mitad de las rondas a las que nos invitaban las pagaban Josechu y Sergio, menudos elementos.

                 

Llegamos a casa un tanto cocidos y caemos casi todos redondos, mañana más.

Amanece el día un tanto gris y con pinta de lluvioso, pero es nuestro último día y queremos aprovecharlo. Nuestros objetivos de hoy aunque algo más ambiciosos, no son excesivos. Comenzamos visitando el mercadillo de antigüedades, donde uno puede encontrar desde un halcón disecado hasta un traje de camuflaje militar, un lugar bastante curioso. Desde aquí, nos dirigimos hacia la Plaza Syntagma, donde justo enfrente del Palacio Presidencial se lleva a cabo el cambio de guardia, y nos parece curioso el verlo.

Dos Evzones, así llamados a los miembros de las Guardia Presidencial, se encuentran junto a unas garitas todo tiesos, vestidos con el traje tradicional, compuesto por una especie de casaca con una falda llamada fustanela con cuatrocientos pliegues, uno por cada año que los otomanos ocuparon Grecia, medias blancas,  un gorro rojo con un borlón de largo tamaño, y lo más curioso, unos zuecos con un pompón en la punta que hacen un sonido muy particular.

Estos Ezvones tienen una larga historia detrás, ya que participaron en la guerra contra los turcos, en la de los Balcanes y en la Primera y Segunda Guerra Mundial

Después de unos minutos y con la plaza ya llena de espectadores, comienzan a realizar una serie de movimientos robóticos hasta ponerse delante de la tumba del soldado desconocido, donde le rinden homenaje. Decido preguntar a un militar vestido de camuflaje que está supervisando la actuación, y me explica que cada uno de los movimientos tipo garza, tiene un significado. “Honrar a los que ya no están” “Dar las gracias por la vida”… etc, aunque buscando un poco de bibliografía, parece ser que hay tres pasos:

Paso de Caballo, que está relacionado con los antiguos miembros de este cuerpo que llevaban herraduras en los zapatos para similar que eran caballos y atemorizar al enemigo. Paso Marcando fuerte el piso, lo hacían para hacer creer al enemigo que eran muchos más, debido al fuerte ruido que producían. Patada al frente: hace referencia a la forma de pelea que tenían antiguamente cuerpo a cuerpo. Vamos la historia que el chaval me ha contado, poco tiene que ver con la realidad.

           

Y después de esta curiosa representación, nos dirigimos al Ágora, el que era lugar sagrado y cultural de Atenas. Aquí se reunían los ciudadanos para discutir sobre leyes y el futuro político de la ciudad, que se depositaba en aquellos que mejor dominaban la oratoria y el arte de convencer.

El lugar está tranquilo y paseamos por la vía principal donde nos encontramos con unas colosales columnas con cuerpos guillotinados que pertenecieron al Odeón de Agripa. Un chico con un sombrero de cowboy, decide hacer de guía espontáneo, no sabemos muy bien por qué, hasta que para echarnos unas risas me acerco a él grabándolo y preguntándole quien es. Nos echamos todos unas buenas carcajadas que le contagiamos después de dejarlo tan de piedra como las estatuas que tenemos delante.

El muchacho que tiene un buen ramalazo se presenta como Osiris y es salvadoreño pero residente en Alemania. Ha estado ahorrando para dar la vuelta mundo y está en ello como nosotros. Como no paramos de reír y de hacer numeritos a cada momento, ha decidido unirse a nosotros, y de paso le podemos grabar vídeos y hacer fotos jajaja.

Si el Partenón es espectacular, el Hefestión o templo de Héfeso el Dios de la forja y del fuego no se queda atrás, y tenerlo para nosotros solos es una auténtica maravilla.

Paseamos por las antiguas calzadas y por lo menos yo, consigo trasladarme e imaginar a Sócrates en su púlpito deleitando al pueblo griego con sus discursos. Pero en cuanto llegamos al que era el antiguo mercado y vemos que es el lugar perfecto para rodar un pase de modelos, Osiris, por su puesto quiere participar, y al son de la canción de Prêt à Porter sacamos nuestras cualidades de pasarela hasta que los guardas vienen a llamarnos la atención, ¡qué vergüenza ¡

            

Tal vez la ira de los Dioses por hacer el tonto en su territorio descarga sobre nosotros un buen chaparrón, y corriendo salimos de la ciudad sagrada en busca de un restaurante que nos sacie el apetito después de tanta cultura griega.

Con la hora que es, y el chaparrón encima, no nos delicamos demasiado, y en uno que tiene buena pinta, nos colamos todos de cabeza, pero… el camarero nos frena de inmediato.

  • Por favor enséñenme sus certificados covid –nos dice
  • Pues mire, le explicamos Jose y yo, nosotros…
  • Bueno no se preocupen, pasen, pasen.

Como no tienen demasiada clientela, deciden hacer la vista gorda y dejarnos pasar. Sin duda estamos en el lugar perfecto para probar comida griega: mousakas, dolmadikia, souvlaki y otras muchas delicias acompañadas de un buen vino para despedir este fin de semana inolvidable.

Han sido tres días increíbles de risas, de conocer más sobre una de las culturas más importantes de la historia y francamente nuestro concepto de la ciudad ha ido cambiando día tras día, y lo que nos parecía un caos, ha acabado gustándonos más de lo que pensábamos.

Y aquí os dejamos este vídeo para que veais lo que Atenas puede dar de sí.