LA ANTIGUA GRECIA: DIOSES, HÉROES Y MITOS (01/03/2022)
Atenas nos ha abierto el apetito de conocer más sobre la cultura y griega y los clásicos, con lo que ponemos rumbo a Delfos, una de las ciudades de la Antigua Grecia más míticas.
Conforme nos alejamos del caos ateniense, dejamos atrás los suburbios de la gran urbe abarrotados de naves industriales, gasolineras destartaladas y un tráfico infernal; y poco a poco nos rodean campos de olivos, viñedos y cipreses que desprenden aroma a campo.
Ascendemos por una carretera que nos conduce al monte Parnaso donde se encuentra este lugar sagrado. Por un segundo, nos parece cuando miramos al cielo celeste, ver a las águilas de Zeus rondando el lugar.
El Parnaso, fue el hogar divino de Apolo y de las Nueve Musas inspiradoras de las artes, y ciertamente cuando llegamos al lugar, lo entendemos, las colinas de roca cubiertas de verde esmeralda al atardecer nos ofrecen una panorámica de lo más evocadora, perfecta para los artistas de la mitología.
Llevamos tiempo queriendo hacer una conexión con los alumnos del colegio “ La Olivarera” de Hellín, donde trabaja la hermana de Jose Carlos, Pilar. Es más, para el carnaval, los niños se van a disfrazar de griegos, ya que es el país por donde vamos, ¡que detalle! ¿Y qué mejor lugar que este monte sagrado para transmitir a los chiquillos el espíritu griego?
Aprovechamos a la llegada para explorar un poco, ver si tenemos internet para hacer una vídeo, y localizar un buen fondo para los manchegos, porque no olvidemos que estamos en un lugar que es Patrimonio de la Humanidad y puede ser que se complique el llevarlo a cabo.
Desde la carretera divisamos el Templo de Atenea, que ya tenía yo visto en alguna foto, sin duda lo que queda de él, majestuoso y con un entorno espectacular.
- ¡Darling paraaaaa! –le digo a Jose repentinamente al ver este magnífico emplazamiento.
- Aquí no puedo que hay curvas –me responde Jose.
Menos mal que el manchego es prudente y suele pasar de mis continuos “para aquí, para allá”.
Diviso un “camino” y hago aspavientos para que entremos, pero en cuestión de minutos, nos vemos en una encerrona; un camino sin salida a la vista y donde dar la vuelta nos cuesta sudores para evitar despeñarnos.
Finalmente, decidimos dejar a La Española en un ancho de la carretera y caminamos hasta el templo, donde sólo encontramos a unos muchachos podando las oliveras que envuelven estas piedras milenarias.
Nadie nos pide entrada, y ellos nos invitan a quedarnos. Enseguida localizamos donde vamos a hacer la grabación y después de disfrutar de la caída del sol en este místico paraje, vamos en busca de un lugar donde pasar la noche.
Como queremos estar presentables para la retransmisión y todavía hace fresquito, decidimos ir a un camping a darnos una ducha de agua caliente. Esperamos solucionar pronto el problema del calentador, pero por el momento intento sacar un buen precio, y bien limpitos nos vamos a la cama.
A las nueve en punto llegamos al templo con nuestras mejores galas manchegas y con una corona de olivo hemos adornado nuestra cabellera, para ir un poco tematizados con el entorno.
Jose lleva unos días empollando a tope la cultura griega, seguro que no falla ni una de las preguntas, porque hay que dar la talla jajaja.
Colocamos nuestro trípode y conectamos, ¡que ilusión nos hace! A los niños se les ve muy emocionados y comienzan a lanzar preguntas:
- ¿Hay alguna especie en extinción en Grecia?
- ¿Han desarrollado una vacuna alternativa en Grecia?
- ¿Hércules, era un Dios?
Veo a Jose Carlos sudando… jajaja
A mí por suerte me han tocado las preguntas más sencillas. En cualquier caso, tanto ellos como nosotros hemos pasado un rato muy divertido.
Después de la conexión, ya hay gente visitando las ruinas, y todos los que pasan por delante de nosotros quedan entusiasmados con nuestros trajes, por lo que por supuesto, les concedemos el deseo de hacerse una foto con los manchegos.
En cada país por el que pasamos, hacemos un pequeño corto de lo que nos sugiere, y se nos ha ocurrido disfrazarnos de griegos manchegos con los manteles del puesto ambulante, además han quedado estupendos.
Nos quitamos el traje regional, nos ponemos el de griegos y bajamos de nuevo al templo. Cuando ya lo tenemos todo preparado para rodar, una familia española con tres niñas, paran a conversar con nosotros, son muy majos, y los temas de conversación no faltan, ¡pero nos estamos congelandooooo! Creo que nos lo ven en la cara y se despiden de nosotros.
Justo en el momento de darle a REC al móvil, se acerca una señora.
- ¿No les parece que ya está bien? ¿se puede saber que están grabando? –nos dice.
- Nada, un pequeño corto para nuestras redes sociales –le respondo.
- Por cierto ¿quién es usted? –le pregunto.
- ¡Pero esto es una vergüenza!, va medio desnudo –comenta señalando el ropaje griego de Jose y sin responder a mi pregunta.
- Nooo, es que se le ha corrido un poco la tela –respondo mientras le cubro el pezón a Jose.
No sabemos si reírnos de ver la situación y largarnos sin más, pero por otra parte, el lugar es perfecto para el corto. Pero por más que insisto, no hay manera.
La señora es del equipo de seguridad, según nos dice, lleva observándonos desde las nueve de la mañana, nos ha permitido usar el trípode, que está totalmente prohibido, así como hacer la vídeo llamada, pero esto va demasiado lejos. Según ella, no es decente y nos pide que abandonemos el lugar.
Pues nada, con nuestro look griego-manchego y con la cabeza gacha nos vamos a cambiarnos y a visitar el resto del sitio arqueológico.
Cuando salimos de la camioneta ya de paisanos, unas chicas nos gritan:
- ¡¡Manchegos, manchegos!!!
- ¿Y estas muchachas quien son? –nos preguntamos.
- Somos Patricia y Ana, de Málaga y somos seguidoras de vuestra aventura.
¡Qué fuerte! No nos lo podemos creer.
Estamos un rato de charla con ellas y sin más demora, entramos a visitar la Ciudad Sagrada de Apolo, porque entre el vídeo, las charlas, las sesiones de fotos, los cambios de vestuario y la bronca, se nos ha echado el tiempo encima y nos van a cerrar.
Conforme nos adentramos en la Antigua ciudad e Delfos, una calzada todavía en buen estado, nos va conduciendo a los diferentes templos que componían esta magnífica urbe levantada en el siglo IV AC en honor al bello Apolo. Por las horas que son, nos ha dejado solos, pudiendo sentir las colosales columnas de sus templos y las piedras que levantaban estos edificios sagrados.
Aquí venían los fieles pidiendo consejo al Oráculo que solía ser una especie de pitonisa, que bajo un estado de trance posiblemente por los sulfuros emanados de la Tierra, hablaba en nombre de los Dioses. Estos consejos no siempre eran demasiado acertados, pero el lugar adquirió gran fama y había grandes peregrinaciones solicitando presagios y dejando grandes sumas de dinero en los bolsillos de los sacerdotes.
Y no olvidemos que este lugar fue declarado el centro del mundo por Zeus. Según la leyenda, echó a volar dos de sus águilas desde los confines de la Tierra, una en el este y otra en el oeste. Las dos aves, al encontrarse, dejaron caer desde la altura una piedra en forma de huevo. Y allí donde fue a parar esa piedra, llamada ónfalos, que quiere decir ombligo, Zeus estableció el centro del mundo. Cayó exactamente aquí, y los hombres alzaron en el sitio un altar en honor de Apolo.
Impresionantes los mitos y leyendas griegos, así como este lugar que desprende energía por doquier, eso sí también pensamos en cuantas batallas se perdieron, cuantos matrimonios se rompieron o cuantos negocios se fueron al traste por hacer caso a esa pitonisa colocada.
Como se nos ha vuelto a hacer casi de noche, decidimos parar en un ancho con unas vistas espectaculares casi en la cima del monte. El atardecer nos ofrece una maravillosa vista y un vecino motero que no para de hacerse selfies posando con su moto, hasta que decide que ya está bien y acaba en nuestra caravana contándonos su vida, poniéndonos al día de la guerra de Ucrania y ofreciéndonos una buena juerga, la cual de una manera cortés rechazamos porque estamos muertos, el día ha sido muy intenso.
Temprano, ponemos rumbo hacia el Peloponeso, tenemos unas ganas tremendas de recorrer este territorio de lo más mítico y con fama de playas paradisiacas.
De camino, un guardia de tráfico, nos manda por un desvío sin saber muy bien lo que pasa. La carretera alternativa, nos conduce a un pueblo con cuestas de vértigo y para evitarlas, tomamos un camino que nos lleva a una encerrona. Acabamos básicamente encajados en una callejuela, volvemos a sudar para poder salir de este entuerto y también decidimos pasar del policía y seguir por la carretera. Por unos momentos vamos en tensión porque no circula nadie, hasta que a lo lejos vemos una gran cola de camiones… ¡noooo! nos hemos vuelto a meter en la boca del lobo y como aquí en Grecia la cosas van despacio pasan horas hasta que se resuelve el posible accidente.
Para llegar al Peloponeso, hay que atravesar el canal de Corinto, situado en el istmo de esta península; un impresionante paso de 6,3 kilómetros de largo, 21 m de ancho y una altura de 80 m que une el mar Egeo y el Golfo de Corinto.
Hemos decidido explorar este lugar que francamente impone cuando uno está al borde del abismo sin ningún tipo de protección o barandilla. Curiosamente no hay seguridad en la zona por lo que nos metemos de lleno con La Española y pasamos la noche junto de este asombroso precipicio, vamos que podríamos hacer un Thelma y Louise y nadie se percataría jajaja.
Dejamos atrás las magníficas aguas del Egeo y nos adentramos tierra adentro divisando un magnífico peñón a lo lejos.
- Darling ¿subimos? – le digo a Jose
- Pues vale –me responde
La verdad que el manchego, es muy fácil, pocas veces deja de concederme deseos, y yo tengo que reconocer que soy muy caprichosa.
Atravesamos la antigua ciudad de Corinto, ciudad que celebraba los Juegos Ístmicos, similares a los Olímpicos pero con menos categoría. Además, fue una de las primeras ciudades de la antigüedad en utilizar moneda, y desde luego que el mismísimo Homero hable de ella, le otorga su prestigio. Pero la verdad es que no queremos sobrecargarnos de ruinas y decidimos pasar de largo y subir al peñón.
La carretera serpenteante nos va ofreciendo unas vistas espectaculares de las lenguas del Peloponeso y nos conduce a una fortaleza llamada Acrocorinto. Se usó como acrópolis en la antigüedad y en su templo de Afrodita, donde se encontraban las estatuas de la diosa de armas, de Eros y de Helios, protector de la ciudad, más de mil hieródulas, siervas de la divinidad, ejercían la prostitución sagrada. Todo esto nos llama la atención y como es gratis, decidimos pasar unas horas explorando el lugar. Hace un día fantástico, las flores han brotado de la madre tierra adornando las ruinas que quedan en pie desde hace siglos, y al son de los pajarillos que saben que la primavera está al caer, paseamos disfrutando como niños.
Pasamos la noche aquí en compañía de unos ingleses jubilados con pintas hippies y que tienen la radio tan alta que podemos escucharla desde nuestra caravana, menuda serenata.
Hoy hemos madrugado mucho porque tenemos una de las visitas más esperadas en Grecia. Posiblemente sean dos las razones: Que Homero la describe en su Iliada como “La ciudad de los héroes” y que Reverte en su libro “El corazón de Ulises” que nos hizo enamorarnos de Grecia, considera que todo europeo que ame los libros debe traspasar “la Puerta de los Leones” al menos una vez en su vida. Como nos incluimos en el grupo, hacemos caso al gran viajero, al gran escritor que tenemos como referente en cada una de nuestras aventuras.
El mito griego del gran Homero sobre su Guerra de Troya y de la existencia de los aqueos del Peloponeso, ha pasado a ser una realidad gracias a la obsesión de Heinrich Schliemann, que dedicó casi toda su vida al hallazgo de aquellos vestigios que pudieran dar fe de que esta ciudad existió así como sus míticos monarcas.
En tiempos de Agamenón, alrededor del 1200 a.C., esta dinastía dominaba el Peloponeso. En Esparta, gobernaba el rey Menelao hermano de este y marido de Helena, la mujer que según Homero, provocó la guerra de Troya.
En aquel universo de héroes, dioses, reyes, guerras y desastres retratado por el genio homérico, dos figuras marcaron la senda del pensamiento de occidente. El primero un aqueo de Tesalia, Aquiles y el segundo Ulises, rey de Ítaca. Ambos combatieron en Troya y prefirieron en su vida luchar por la gloria a tener una vida de bienestar pero en la oscuridad.
El primero, Aquiles fue un referente para personajes históricos posteriores como Alejandro Magno o Napoleón y el segundo gracias a su periplo regresando de Troya hasta Ítaca, dio lugar a la segunda obra maestra de Homero, La Odisea, donde Ulises sobrevive durante años en el mar encontrando todo tipo de situaciones de los más surrealistas para la mente moderna, pero de los más trepidantes para la mente griega de la época.
Micenas es Homero, y Homero es la Iliada, donde este poeta clásico narra la Guerra de Troya, en la que este y su hermano Menelao, combaten a los troyanos por despecho ante el rapto de Helena, mujer de este último por Paris, Principe de Troya y locamente enamorado de la Espartana. Realidad o ficción, no nos importa porque es fascinante introducirse en el mundo de aquellos épicos hombres, Aquiles, Ulises, Hector, Agamenon… que describían la esencia del alma griega.
Totalmente emocionados, nos acercamos a la ciudad de los hérores, y yo como siempre que voy a visitar un lugar como este, estoy super nerviosa, porque quiero sentirlo, y los factores para que esto no pase son abundantes, empezando por el gentío que puede haber.
Al fondo, vemos un pequeño cerro cubierto de flores, poco más podemos percibir. Aparcamos la camioneta en el parking, por suerte no hay ni un alma, seguimos pensando que lo de viajar en invierno, tiene sus grandes ventajas. Nos adentramos cogidos de la mano y ascendemos un montante que nos conduce a la magnífica Puerta de los Leones, escondida de los ojos del visitante. La atravesamos como si fuera la puerta del cielo, la puerta de la historia, la puerta de los héroes. Menudo momentazo, entonces pensamos en el momento en el que la atravesaría Agamenón sobre su caballo después de regresar de alguna de sus victorias, pero sobre todo pensamos en el momento en el que la cruzó a su regreso de la Guerra de Troya. Sin duda los escultores de la época crearon para esta ciudad una de las puertas más imponentes de la historia para el palacio de un rey, y su poder y grandeza, todavía permanecen en ella.
Avanzamos después de no sé cuántas fotos para inmortalizar el momento rodeados por enormes moles de piedras milenarias que forman las murallas ciclópeas, cuyas construcciones eran atribuidas a estos enormes seres mitológicos de un solo ojo. Pero además estas murallas encierran una gran tragedia.
Cuando Agamenón regresó a Micenas después de la caída de Troya, su mujer Clitemnestra, harta de tanto tiempo sin su marido, buscó compañía con un tal Egisto, que durante la ausencia del monarca, había usurpado el trono del rey atrida. La infiel esposa y su amante, acuchillaron al poderoso Agamenón, que también resultó ser un cornudo como el hermano, ¡que héroes tan desgraciados! El hijo del monarca, Orestes, para vengar la muerte de su padre, degolló a la pareja de usurpadores y esto le llevó al destierro de su propio reino. ¡Por Dios, cuanta tragedia griega!
Pasamos todo el día explorando cada rincón de este mítico lugar y casi a solas. Sus tumbas son otro de los elementos arquitectónicos más sorprendentes. Hemos conocido a Claudia y Sonne, dos alemanas con las que entramos a la tumba de Clitemnestra, justo al entrar en este recinto con una tremenda cúpula de pequeños bloques, les comento los cuernos que le puso al marido y en ese momento como si nos estuviera oyendo, algo nos estremece por dentro, intento hacer un selfie, y el teléfono se queda con la pantalla negra, no vuelve en sí y decidimos largarnos, porque no sabemos cómo se mantiene en pié y por si acaso se ha ofendido la esposa asesina y descarga su ira sobre nosotros.
Dejamos estas moles macizas, cargadas de historia, de intrigas, de crímenes y de fascinantes mitos, o realidades, ¿Quién sabe?