DE LA ANTIGUA OLIMPIA TELETRANSPORTADOS A TOBARRA ( 03/04/2022)

Ayer, tal vez porque el calorcito ya ha llegado, una trupe de mosquitos nos dejaron sobre todo a mí completamente acribillada, ¡nooo!!

Para más inri, esta mañana, el tiempo se ha despertado un tanto ventoso, estos dos factores, han desvanecido lo que era nuestro paraíso. ¿Y ahora qué hacemos…?

Hemos recibido un mensaje de Camper Club que nos dice que el calentador les llega la semana que viene, y en ese justo momento, me viene la iluminación:

  • Darling ¿Y si mientras nos arreglan la casa no vamos a España? –le digo a Jose.
  • Pues… no sé, vamos a mirar billetes –me contesta.

Increíble, pero encontramos billetes a 100 €, con escala por supuesto, pero no lo pensamos, comienzo a rellenar el formulario y cuando nos hemos dado cuenta, tenemos dos billetes para Alicante para la semana que viene. ¡Qué subidón!, en cuestión de horas hemos cambiado todo nuestro plan de viaje y ahora, en este preciso momento, es lo que realmente nos apetece, porque además es Semana Santa, y en nuestro pueblo es muy especial.

De camino, aparcamos en un pinar junto a una playa, un lugar tranquilo hasta que pasa un coche de la policía.

  • Buenas tardes –nos dicen.
  • Buenas tardes agentes –les contestamos.
  • Por favor, pasaportes y documentación del vehículo –nos piden los agentes.

Jose saca todos los papeles y pasaportes y veo que uno de ellos se aleja con todo en la mano.

  • ¿Llevan drogas? –nos pregunta el otro.
  • No, no llevamos ningún tipo de drogas –les respondemos.
  • Será mejor que nos den lo que lleven, mucho mejor que si lo encontramos nosotros –nos dicen con cara de polis malos.

Yo me fijo en el pedazo de pistola que lleva uno de ellos y empieza a no gustarme la situación.

Comienzan un registro exhaustivo del coche y de la casa y por supuesto no encuentran nada. De repente, cambian su argumento y empiezan con la historia de que este es un lugar peligroso, que hay gitanos y que nos recomiendan que mañana nos vayamos. La verdad es que nos han dejado un tanto inquietos, sobre todo por su actitud. Por suerte, nos devuelven los pasaportes y pasamos una noche tranquila.

Por la mañana, ponemos rumbo a otro lugar muy emblemático en Grecia, La Antigua Olimpia.

Lo cierto es que desde que sabemos que volvemos a España, estamos más ilusionados por las sorpresas que vamos a dar a nuestras familias y amigos, que por cualquier lugar que vayamos a visitar, ya que nadie sabe lo que nos traemos entre manos.

Pero este lugar histórico merece una atención especial, ya que Olimpia marcó una era en la historia de la humanidad: El comienzo de los Juegos Olímpicos.

Los Juegos Olímpicos, fueron sin duda el mayor acontecimiento deportivo del mundo antiguo. Durante el evento, los Estados en guerra hacían una breve tregua, los patrocinadores intentaban superarse unos a otros y los competidores victoriosos conseguían la fama y una considerable fortuna. Podría decirse más o menos que lo mismo de sus equivalentes modernos, con la diferencia de que entonces sólo los hombres podían competir. Se celebraban cada cuatro años y duraron al menos mil, hasta su abolición en el 394 d.C. por un aguafiestas, el emperador bizantino Teodosio I, que los consideraba como un acontecimiento pagano. Su sucesor, Teodosio II, no se quedó atrás y mandó destruir todos los templos de esta magnífica ciudad Olímpica. ¿Por qué el ser humano siempre se empeña en destruir?

Los primeros Juegos Olímpicos, se celebraron en el 776 a.C. en honor a Zeus, aclamado como su fundador en la primera luna de agosto. La pruebas que se llevaban a cabo, eran competiciones atléticas, carreras de caballos, el pentatlón (lucha, lanzamiento de disco y jabalina, salto de longitud y carrera) y el pancracio (combate gímnico en el que se permitía casi todo para vencer al contrario)

Este acontecimiento, tenía otros fines además de atléticos. Era un punto de reunión de los ciudadanos de las distintas ciudades-Estado y los escritores, poetas e historiadores, leían sus obras ante grandes audiencias. Los comerciantes cerraban tratos y los dirigentes de las ciudades-Estado conversaban en un ambiente festivo que favorecía la resolución de sus diferencias mediante la palabra en lugar del combate.

Los Juegos continuaron durante los primeros años del dominación romana, aunque es esta época, habían perdido importancia y, gracias a Nerón, también deportividad. Él mismo participó en la carrera de carros con diez caballos, ordenando que los restantes competidores, no tuvieran más de cuatro. A pesar de esta ventaja, se cayó y abandonó la carrera, pero aun así, fue nombrado ganador por los jueces. Tal vez para evitar ser la merienda de los leones.

 Los Juegos Olímpicos modernos, se instituyeron en el 1896 d.C. y desde entonces, salvo durante las dos guerras mundiales, se han celebrado en diferentes ciudades de todo mundo. La llama Olímpica se enciende aquí y es llevada por corredores hasta la ciudad donde se celebren los juegos.

A pesar del destrozo de los terremotos y el llevado a cabo por Teodosio, todavía se mantienen en pié partes de algunos de los colosales templos que componían esta ciudad Olímpica, pero lo que más disfrutamos es el sprint que nos marcamos en el estadio, donde imaginamos a las masas vitoreando a los atletas griegos vencedores.

Después de no sé cuántas horas recorriendo este magnífico luga adornado con las flores primaverales, y de una llamada de atención por parte del vigilante por querer hacer una grabación para un pequeño vídeo, abandonamos el lugar en busca de un sitio donde poder pasar la noche.

               

              

             

Junto al parking del sitio arqueológico, encontramos un terreno llano y por lo que vemos tranquilo. Tanta ruina, nos ha dejado agotados y sobre las diez caemos rendidos en la cama, hasta que una música a todo volumen y risas de chavales me despiertan. Jose sigue durmiendo a pierna suelta, pero es cuestión de minutos que el bullicio rompa los dulces sueños del manchego.

  • Por lo menos tienen buen gusto para la música –me dice entre sueños.
  • Pues sí, menos mal que no es reggaetón –comento.

Jose se da media vuelta y sigue durmiendo, pero yo no lo consigo y después de una hora en vela y a pesar de que son las dos de la madrugada, lo despierto y le “propongo” mover el campamento. Refunfuñando un poco, accede y es cuestión de minutos que encontremos un lugar tranquilo junto a un par de trailers donde pasar la noche.

Por la mañana, un sonido de trasteo nos despierta, me asomo por la ventana y veo al tipo del tráiler colocando una rastra de motos para exhibición. Nos comenta que hay un rallye, “ Olympia Rallye” y que comienza mañana. Aunque nos gustaría quedarnos, nos espera un largo viaje atravesando todo el Peloponeso hasta llegar a Atenas, donde en un par de días hemos quedado con Tasios para dejar a La Española en el taller.

El trayecto hacia Atenas lo hacemos por carreteras secundarias. Conducimos a través de valles inmensos cubiertos de olivos, de viña y de fondo el Monte Taygeto que todavía conserva sus picos nevados. Todo es paz y tranquilidad, parece que no haya vida en estas tierras de la Grecia profunda.

          

Volvemos a atravesar el canal de Corinto pero esta vez, casi más ilusionados que la primera, ¡mañana nos vamos a España! Biennnnnn.

Conforme nos acercamos a Atenas, el caos comienza a envolvernos. Después de tantas semanas de calma, esto nos parece una pesadilla, además como como vamos en plan super ahorrativo, por evitar el peaje, nos vemos obligados a cruzar la ciudad por pleno centro. Por suerte Jose conserva la calma todo el tiempo y llegamos a nuestro campamento habitual, un centro comercial donde ya estuvimos hace semanas.

El lugar, que nos sirve de oficina, ya que hay wifi gratis, y la aprovechamos para rellenar todos los cuestionarios que a causa del covid nos piden para entrar en nuestro propio país, y para solicitar las tarjetas de embarque. Mientras yo hago unas compras para la cena veo como Jose se pelea con el móvil para hacer el papeleo.

De vuelta al campamento, nos encontramos con unos viajeros franceses que se le ve muy ocupados ordenando su caravana. Nos cuentan que vienen de Omán y Tailandia, pero en avión, dejaron la casa en el aeropuerto y decidieron hacer estos países con mochila. A ella parece que le han dado cuerda y nos cuenta maravillas de Omán, Jose y yo nos miramos pensando que este puede ser un destino que no teníamos contemplado. Eso sí, lo de dejar la casa ni nos los planteamos, al menos para largas estancias.

Imagino que con los nervios, a penas pegamos ojo, pero no importa, saltamos de la cama y hacemos un petate con cuatro cosas para la vuelta a casa. Bueno Jose decide que hay que hacer negocio, y llena su mochila de libros, delantales y camisetas. Parece que poco va a necesitar en Tobarra ¡jajaja!

La primera misión, es dejar la casa en Camper Club. Cuando llegamos, los chicos nos reciben con los brazos abiertos, ¡que majos!

Además del cambio de la caldera, queremos que nos hagan unas cuantas chapuzas que al final no hemos hecho nosotros y ellos son unos manitas, con lo que le dejo al pobre Tasios, el jefe de taller una lista interminable de “arreglos”.

George, el dueño de la empresa, se acerca y se ofrece a llevarnos al aeropuerto. ¡Pero que gente más encantadora! Por el camino nos cuenta sus batallitas y nos dice cuanto le gustaría poder tener nuestra vida y no la que lleva, pero con tres criaturas, no es tan fácil. En cualquier caso, chapó a este hombre que ha montado una empresa de alquiler y reparación de auto caravanas y que además es el futuro del turismo en este país, porque es un auténtico paraíso camper.

Tal y como os hemos contado, no hemos dicho nada de nuestra inesperada vuelta a Tobarra, bueno si, a Jose nuestro cuñado, él es el único que lo sabe y creemos que está más nervioso que nosotros.

Para conseguir unos billetes tan baratos, tenemos que pasar noche en el aeropuerto de Milán. A la llegada sobre las doce de la noche, vemos todo un pasillo repleto de gente tirada en el suelo o recostada en los pocos asientos que hay. Esto parece un campo de zombis.

Conseguimos un par de asientos junto a unas niñas ucranianas, que como pueden me dicen que regresan a su país, ¡que desgracia, esta pobre gente!. Al otro lado tengo a un vietnamita, como le he bautizado, intentando buscar la mejor postura para echar una cabezadita. Yo francamente, no veo la manera, pero Jose decide lanzarse al suelo a ver si hay suerte.

Yo me quedo guardando las bolsas, y en breve, el sitio de Jose lo ocupa un negrito con ropajes muy llamativos que no para de hablar por teléfono. Llega un momento en que oigo su voz a lo lejos difuminándose poco a poco, hasta que un terrible olor a queso Rochefort me despierta, no sé como pero he acabado recostada en este asiento y cuando levanto la cabeza me veo los pies del vietnamita con unos agujeros tremendos en toda mi cara. ¡Qué asco! dirijo mi cabeza a otro lado intentando seguir con esa cabezadita, pero el maldito megáfono con una señora repitiendo cada diez minutos que tengamos cuidado de nuestro equipaje me está poniendo negra, aunque poco a poco vuelve a desvanecerse en este espacio de gentes de todo el mundo. Cuando creo que ya estoy en un sueño casi profundo, una voz masculina desde lo lejos se va aproximando.

  • El aropuerto e aperto, desalojen –grita el tipo en Italiano

Abro uno de los ojos y veo que el tipo vestido de uniforme, va zarandeando a todos los zombis, miro el  reloj y son la tres de la mañana, ¡no puede ser! Se va acercando a la zona donde está Jose que por cierto, tiene la cabeza delante de una puerta, el negrito folclórico y yo, miramos la escena: el tipo sin ningún reparo, le pega dos golpetazos a la puerta, y Jose pega un salto del susto, vaya escena, jajaja.

Por suerte, esto sólo era un pasillo el aeropuerto. Nos adentramos a la terminal y crecen las posibilidades: cafeterías a precios de infarto, sillones masaje para los que se les ha torcido el cuello, y wifi gratis.

A pesar de que son todavía siete las horas de espera, el tiempo pasa volando y cuando nos queremos dar cuenta, estamos en Alicante. ¡No nos lo podemos creer!

En cuestión de minutos, llega Jose, nuestro cuñado y único cómplice que alucina al  vernos a pesar de ser nuestro cómplice. El caso es que si hubiésemos avisado, todo sería distinto, pero así nadie nos espera y es de lo más emocionante y para postre es Semana Santa, tan esperada desde hace años.

Llagamos al piso de Marta y Jose, y es cuestión de una hora que aparezca Marta, la hermana de Jose Carlos. Ideamos cerrar la puerta por dentro para que tenga que llamar al timbre, y así lo hacemos, cuando nos ve casi le da un patatús, sólo de contarlo me estoy emocionando.

Pasamos un día en Alicante sin salir del sofá, bueno sí, para ir a la peluquería, hay que llegar decentes al pueblo y llevamos unos pelos que meten miedo.

Y hoy es el gran día. Hemos ideado una estrategia de sorpresas por horario y logística. Primero a casa de Mari Pili, la otra hermana de Jose. Aquí sorprendemos a nuestra sobrina Eva, que se abalanza pegando un grito sobre nosotros, luego llega nuestro cuñado Mariano que se queda blanco, y luego Mari Pili y nuestra sobrina Maria, que se ponen a llorar de la emoción.

Acto seguido nos dirigimos a la casa de los padres de Jose, la primera sorpresa se la lleva su madre, ¡qué bonito y que emocionante!, ¡un milagro! la oigo decir. Pero sin duda la reacción más televisiva se la lleva su padre, que tenemos que sentarlo en el sofá porque parece que se nos desvanece del susto.

Después de comer, a casa de mi madre, estoy muy nerviosa, Marta se encarga de llamar a la puerta, y cuando aparecemos, lo gritos de alegría nos envuelven a todos. Y la de mi tía en el convento no se queda atrás, hemos estado intentando prepararla para que no sospeche nada y ha salido genial. Esto no lo cambiamos por nada en el mundo.

Los primeros días transcurren dando sorpresas a todos nuestros amigos, ya que según la redes sociales, estamos en Grecia, con lo que vamos por así decirlo, repartiendo alegrías. Y desde luego las comilonas no faltan.

La Semana Santa este año es más que especial porque llevamos dos años sin poder celebrarla y los tobarreños estamos más que emocionados.

Para nosotros son días de encuentros con mucha gente que hacía siglos que no veíamos, pero también de encuentros con los seguidores de nuestra aventura a través de las redes sociales. Estamos alucinando por el magnífico recibimiento que hemos tenido. ¡Gracias Tobarreños!

Disfrutamos como no recuerdo cada día de la Semana Santa, tocamos el tambor como nunca, no nos perdemos acto alguno y eso sí, dormimos poco.

Domingo de resurrección nos reunimos con el resto de los Tobarreños al cierre de las 104 horas de toque de tambor y en el momento del silencio, unas lágrimas me caen de los ojos.

La semana siguiente, ya nos la tomamos con más calma y sobre todo con nuestras familias que se encargan de alimentarnos como Dios manda. Pero lo cierto es que los días pasan volando y cuando nos queremos dar cuenta es hora de volver a la que ahora es nuestra vida, la vida que hemos elegido, ser nómadas.