LA MARAVILLOSA TOSCANA (20-11-2021)

Hemos mirado el tiempo y dan lluvia para toda la semana, vaya faena, ahora que Italia estaba a nuestro favor. Si bien es cierto que nos dirigimos a la Toscana y el itinerario es Lucca, Pisa y Saturnia, no sabemos muy bien que ver primero, y estamos intentando cuadrar el puzle de climatología con ruta y distancias.

Optamos por poner a Pisa en la primera de la lista. Esta bella ciudad tan visitada por su torre inclinada, en su día fue una auténtica odisea, ya que un problema de cimientos hacía que se desviase una y otra vez de la que debía ser su posición. Tardó siglos en construirse, desde el IX hasta el XI, y en estos trescientos años, no hubo forma de que quedase derecha. Hubo momentos en la historia en los que se cerró por temor a su derrumbe, pero después del veredicto de muchos expertos, se decidió abrirla al público de nuevo. El conjunto arquitectónico de la catedral, basílica, torre y otros edificios bien merecen la pena una parada en esta ciudad, aunque los desorbitados precios para entrar en la “atracciones” son desorbitados, al menos para los que queremos viajar por muchossss meses. Todos los que pasamos por aquí, cientos, miles, millones acabamos haciendo todo tipo de posturas extrañas para tener la foto más cómica con la perspectiva de la torre inclinada más famosa del mundo, por suerte, nosotros hemos madrugado y hemos podido disfrutar de este escenario casi solos.

                   

                   

                                                                                         


A pesar de que hay que deshacer camino, no podemos dejar esta zona sin visitar Lucca, una ciudad medieval que nos deja asombrados con sus torreones, su magnífica catedral, la basílica de San Frediano donde hemos podido ver la momia de Santa Zita, la patrona de la ciudad y sus calles animadas por el bullicio tanto de los locales como de los visitantes que por aquí pasamos. Al contrario que Pisa, donde básicamente todos somos turistas, aquí se respira un ambiente más local que nos gusta, ya que no es tan parque de atracciones como la ciudad vecina. Terminamos el día encaramados en una de sus torres, la Guinigi que nos ofrece una magnifica vista de toda la ciudad al atardecer.

                          

                         


Pasamos la noche en un parking cerca del centro que es muy tranquilo y sobre todo gratis, tenemos que reconocer que por el momento, y al contrario que en Francia, aquí nos sentimos bastante seguros, si cierto es que lo lugares para pernoctar no son espectaculares, al menos nos sentimos tranquilos.
Hemos amanecido temprano y con unas ganas tremendas de llegar a nuestro próximo destino: Las termas de Saturnia. Llegamos al medio día después de un trayecto por carreteras secundarias y en un estado bastante penoso, y aunque con el culo y la espalda de tanto bache un poco resentidos, el paisaje es extraordinario, idílico, con viñedos a un lado de la carretera y olivos al otro y con una neblina que nos envuelve junto con el paisaje.

Antes de instalarnos nos pasamos por el pueblo para comprar pan, en una de esas panaderías de pueblo, donde los aromas a orégano, queso y a horno de leña nos atrapan y compramos casi todo el género que tiene. Aquí nos encontramos con Javier y su familia, un chico asturiano pero residente en Italia desde hace años. Nos cuenta que lleva un restaurante en la costa del Adriático y hasta nos invita a pasar por su casa y degustar un menú de los suyos, que gusto dar ver paisanos cuando uno está fuera de casa.

Después de comer nos vamos a zambullirnos en las termas, el paraje desde la carretera es una auténtica maravilla, más de veinte pozas creadas en cascada por la sedimentación de las sales que llevan estas aguas y que brotan a 37 grados.
No puedo contenerme y no me conformo con la go-pro, así que me llevo mi teléfono para inmortalizar esta belleza, pero no tengo la precaución de cerrar bien la bolsa impermeable y zasca, naufragio de nuestro teléfono recién comprado para el viaje, ¡vaya disgusto!, y sobre todo porque el teléfono es una parte bastante importante tanto para GPS como para buscar todo tipo de info, estar en contacto con la familia, en fin que nos quedamos un poco cojos.
Pasamos la tarde a remojo, pero yo no termino de disfrutarlo la verdad.

                   

                 

A la vuelta decidimos quedarnos en el parking más cercano, ya que hemos visto que hay caravanas aparcadas.
Por la mañana y ya con otro ánimo volvemos a sumergirnos en las pozas y relajarnos, al fin y al cabo, las cosas materiales, pueden reponerse, y el material perdido, no ha sido demasiado y hasta cierto punto a veces pensamos que vivíamos mejor sin el “chisme”, como le llamamos nosotros.
Vamos de poza en poza, y yo acabo con el culo raspado de las rocas, pero disfrutamos como niños. Cuando ya estamos más que arrugados, decidimos volver a parking y darnos una ducha, justo cuando abro el grifo, oigo que Jose está hablando con alguien, es el guarda que nos dice que tenemos que irnos ya. A todo esto, hemos tenido problemas con la batería de la casa, desde que se quedó seca en los Alpes, no ha terminado de funcionar bien y Jose decide sacar el generador que llevamos y darle un achuchón a ver si se reanima, con lo que tenemos un buen tinglado fuera, porque para sacar el bicho, hay que sacar media casa.
Jose le pide un rato para guardarlo todo, pero a los cinco minutos vuelve insistiendo:

- ¡ Fuera! Tienen que irse ya –le dice a Jose con voz intransigente.
- Darling Darling ! tenemos que irnos - me dice Jose.
- Pero estoy a medio ducharme, ¡que espere un poco! -le respondo. 
El tipo no está por la labor, y llama a la policía, que acuden de inmediato, ¡pero será cabrón!, yo salgo envuelta en mis toallas y saludo a la poli.
- Bon giorno - les digo.
- Bon giorno - me dicen y pasan de largo. jajaja

Está claro que el look toallero los ha espantado jajaja.

De Saturnia, nos acercamos a Pitigliano, una población que desde la carretera parece ser de cartón piedra y conocida como la pequeña Jerusalén, es de la época etrusca un pueblo contemporáneo de los romanos y antes los que cayeron derrotados. Sus casas y edificios están hechos de toba, la piedra de esta zona y que hace las construcciones del lugar muy características. Sus callejuelas vacías nos transportan a otra época, algunos callejones que dan al acantilado, dejan pasar ligeramente pequeños rayos de luz creando momentos mágicos a nuestro paso.

             

             

Lo difícil de esta ciudad es aparcar para pasar la noche, y decidimos explorar la zona más nueva pero los carteles de “prohibido caravanas” nos van espantando de un parking a otro, finalmente, a las afueras de la población encontramos un lugar tranquilo para dormir.

Aprovechamos también la biblioteca del pueblo que se encuentra en la ciudad antigua y ubicada en el castillo, un lugar casi perfecto si no fuera porque la wifi no funciona, y hace un frío que pela, por lo que abortamos el plan y nos vamos a buscar un café donde tomar algo, pues algo tan sencillo, resulta misión imposible porque está todo cerrado por la temporada. Recurrimos al plan C, la lavandería, donde además de wifi hace calorcito, ¡perfecto!

A la vuelta ya con nuestra ropa bien limpita, un par de chavales que pasan por delante de nosotros, nos dicen algo en español:

  • Que chulo el vehículo –comenta uno de ellos
  • ¡Hola chicos! –les respondemos.

Son Fede y Fabio, dos chicos que viven en la zona y que nos comentan que estuvieron en España hace unos meses y les gustó mucho. Charlamos un rato con ellos y Fede nos propone si nos pilla de paso, hacer una parada en su casa antes de dejar la zona para que nos dé un poco de aceite de oliva de su cosecha.

El día se despierta lluvioso y el mejor plan que vemos es pegarle un toque a Fede y ver si podemos hacer algo juntos.

Fede, es un chico de unos treinta años, con mucha vitalidad, amable, culto y emprendedor, viene de la zona de la costa, pero se enamoró de la Toscana y se compró un terreno en Il Poderetto, una pequeña aldea donde ha construido una casita preciosa con vistas a las colinas, y donde cría gallinas.

Como sucedió en algunas zonas rurales de España, la gente joven se fue en busca la ciudad y quedaron muchas casas e incluso pueblos casi abandonados, y este es el caso de este lugar donde Fede ha comprado un par de casonas viejas y las ha renovado como hostales con un toque fantástico. Además está negociando unos terrenos para montar un camping, teniendo en cuanta que La Toscana está de moda, auguramos mucho éxito a este muchacho que además, hace de todo un poco, coge aceituna, hacer jabones naturales, es camarero, viajero …

Fabio, al no hablar español, nos cuenta poco de su vida, además, parece que no ha salido mucho de su nido y Fede le está sacando a conocer mundo.

Quedamos en la casa de Fede y nos tienen preparada una mesa con típicos de la zona, queso, jamón y unos Picci con salsa de jabalí y todo esto acompañado de un vino toscano, delicioso. ¡ Qué maravilla encontrar gente así en el camino!. Pasamos el día contando anécdotas viajeras y disfrutando de la compañía de estos dos chicos que son un encanto, aunque yo creo un momento de tensión por un mal entendido del idioma y doy por hecho que son pareja.

  • Noooo, sólo amigos -me dicen los dos a viva voz.
  • Ok ok, perdón -les respondo.

Luego nos reímos todos, a veces el idioma juega malas pasadas, jajaja.

                 

                 

Después de un día estupendo nos despedimos de estos chicos con un fuerte abrazo y encontramos un lugar perfecto junto a un castillo, y allí pasamos la resaca del vino toscano.

                 

Seguimos ruta por la mañana hasta San Giminniano, otra ciudad medieval famosa por sus torreones que se divisan desde la carretera en lo alto de la colina. Por este poblado pasaba una ruta de peregrinación que comenzaba en Inglaterra y llegaba hasta Jerusalén. El día se ha despertado lluvioso y aprovechamos para comprar algunos productos típicos de la zona para nuestra despensa. En este poblado es complicado pasar la noche y decidimos acampar junto a un río, pero con las ganas de dormir en lugar salvaje y en medio de la naturaleza, nos metemos demasiado en la boca de un río que pasa por aquí y además junto a una pequeña presa, la lluvia no cesa y parece que vaya creciendo, pero no somos capaces de levantarnos y largarnos porque son las tantas de la madrugada. Por la mañana, un coche para en la cuneta y nos advierte que nos vayamos, que es arriesgado el aparcar ahí. Bueno, aprenderemos para el futuro, a veces queremos buscar sitios perfectos para acampar, pero debemos ser algo más cautos.

                

               

                

Nos ponemos en camino hacia Siena, recorriendo las colinas Toscanas por carreteras en algunos casos “demasiado estrechas”.

En Siena, lo primero que hacemos es ir a un concesionario de vespas “Siena by vespa” para grabar un vídeo, los dueños son encantadores y les encanta la idea, por lo que además de ponernos las motos a nuestra disposición, nos regalan camisetas, llaveros, bolsas … ¡Qué guay!

                

Aunque sigue lloviendo, hacemos un recorrido por las calles de Siena, hasta llegar a la Plaza del Campo, donde se encuentra el magnífico Palazzo Pubblico y la Torre del Mangia, una delgada y altísima construcción del siglo XIV. Siena tiene rincones preciosos, y aprovechamos uno de ellos para refugiarnos de la lluvia,  el palacio de Chigi Saracini y tomar un tiramisú y algo calentito, y donde la camarera, una cubana majísima nos cuenta la historia de este lugar cuyo dueño es una amante de la música y donde encontramos un verdadero museo que nos deja boquiabiertos.

                  

                  

Nuestro último destino es la joya de la Toscana, Florencia. Si bien es cierto que evitamos la ciudades demasiado grandes, esta no podemos pasarla por alto ya que es un tesoro renacentista italiano. Aunque encontrar un lugar donde pasar la noche no es tarea fácil, y nos decantamos por la opción de dejarlo en una especie de camping en una población vecina y tomar el tranvía para explorar la ciudad. En el camping coincidimos con Jordi y Dolors dos catalanes que también andan viajando en caravana por una temporada, muy majos y con los que compartimos historietas de viaje.

Desde que ponemos el pié en Florencia sentimos una sobredosis de arte viendo todo lo que nos rodea, sus edificios, esculturas, puentes, músicos en las calles… mi cámara de fotos está literalmente echando humo. Pero lo que nos deja verdaderamente maravillados es la visita a la Galería de la Academia, donde el imponente  David de Miguel Angel, está expuesto. La habíamos visto en fotos, pero tener delante de nuestros ojos esta mole de piedra esculpida con tanta delicadeza y precisión, dando tanta fuerza, expresividad y belleza supera nuestras expectativas. Esta obra fue encargada por los responsables de la Opera del Duomo en 1501, diversos escultores intentaron trabajar esta gran masa de mármol, pero no lo consiguieron, y fue Miguel Ángel quien se enfrentó a este reto culminándolo con la grandeza que todos podemos ver y que en su día fue la sensación de la época.

               

              

              

             

             

Después de dos días explorando la ciudad, queremos despedirla por todo lo alto y subimos a una de las colinas para divisar el magnífico atardecer con la panorámica de esta urbe renacentista que tanto nos ha ofrecido.